domingo, 19 de junio de 2016

JPMorgan está equivocado: los hombres inteligentes aún visten trajes en la oficina


Si los banqueros los dejan de usar, ¿quién queda para apoyar la antigua y augusta institución del traje formal para hombres? ¿Los abogados? ¿Las personas en los funerales? ¿Los hipsters bigotudos? Éstos no son los grupos de los que van a querer depender los diseñadores y los sastres del mundo.

Así es que la noticia de esta semana generada por JPMorgan -el banco más importante del mundo según numerosas medidas- constituye un hito dentro de la historia de la ropa. En un memorando a su personal de 237 mil individuos, la institución bancaria anunció una relajación en su código de vestimenta. Al personal del banco ahora se le anima a que vista ropa "informal de negocios” para reflejar los cambios "en la forma en la que trabajamos”.

Quienquiera que sea el que toma este tipo de decisiones en el banco -posiblemente algún tonto en el departamento de recursos humanos- comunicó que una camisa tipo polo y un pantalón se consideran un atuendo aceptable, durante toda la semana. El "viernes informal” ha provocado una adquisición hostil y ha consolidado los otros cuatro días.

Éste parece ser el momento adecuado, entonces, para considerar por qué alguien debiera tomarse la molestia de vestirse con un traje. La primera razón, y probablemente la más importante, es para parecerse a su padre.

Mi padre se ponía un traje todos los días y se iba a trabajar. Por lo tanto, el hecho de que yo me ponga un traje todos los días implica que soy un adulto, capaz de realizar exitosamente actividades propias de los adultos, algunas veces durante horas en una sentada. Puede que haya personas que no necesiten de ninguna "utilería” para convencerse de que, de hecho, no están cometiendo un fraude contra el mundo legítimo, y yo los felicito. Pero la ropa formal nos sirve de apoyo, y nosotros necesitamos este tipo de ayuda.

Un juego de autoexpresión
La segunda razón para usar un traje puede resumirse de esta manera: es una fabulosa excusa para ponerse una corbata. Un traje es una prenda de vestir, más o menos complicada, diseñada para usarse con una corbata, y la corbata, a su vez, está diseñada para hacer juego con la camisa. Y así comienza un juego de autoexpresión que se juega con múltiples piezas.

Se puede enviar toda una gama de mensajes emocionales, sociales y estéticos, descarada o sutilmente. Si pasas a un conjunto de piezas más pequeñas habrás pasado de un juego de ajedrez a uno de damas.
Éste es el punto que se le escapa a Mark Zuckerberg. Él dice que se viste con el mismo tipo de camiseta gris y pantalones de mezclilla todos los días para poder concentrarse en decisiones más importantes.

¡Qué tontería! Si él tuviera algún sentido de la moda, elegir sus atuendos sería un placer, no una tarea adicional. Y todos los tipos de vestuarios se pueden poner, por así decirlo, en piloto automático cuando es necesario. Zuckerberg está simplemente diciendo que la ropa no es importante. Sin embargo, sí lo es.

Numerosas personas -los hombres en particular, pero no exclusivamente- desdeñan esta noción. Esto representa intolerancia. Muchas de estas mismas personas otorgan un profundo significado e importancia a, por ejemplo, un grupo de gente pateando un balón. Y tienen toda la razón de hacerlo.

Vestirse es un juego tan noble como cualquier otro e igualmente significativo. Si Zuckerberg hiciera comentarios similares sobre la comida que ingiere, o sobre la arquitectura de su oficina, o sobre los cuadros en sus paredes, él sería ampliamente, y con toda razón, desestimado como un filisteo.

Ésta es la razón por la que el cada vez más ubicuo "traje sin corbata” representa un error. Reduce el número de movimientos disponibles en el juego. No puedes aflojar una corbata si no usas corbata; no puedes subirte las mangas si no tienes mangas.

Respeto al trabajo
La última razón está relacionada con las anteriores, pero no es idéntica. Nos vestimos con trajes para trabajar porque el trabajo que hacemos es importante. Mi labor principal, por ejemplo, es la de supervisar una columna diaria que, mayormente, dice cosas desagradables sobre la forma en que se manejan las empresas. Si se me va a pagar por criticar cosas por las que otras personas se han esforzado enormemente -y mantener la apariencia de que mis palabras son importantes- debería portar un traje mientras lo hago. Las personas sobre las que escribo merecen el gesto.

Este último argumento pudiera considerarse desde el punto de vista opuesto. Después de la crisis, lo que todo el mundo quiere es que la banca sea menos importante, menos bien pagada, menos arriesgada, menos glamurosa. Si la meta es lograr que los bancos sean como un servicio público, entonces un banquero vestido como un gerente de planta (y pagado como tal) es justo lo que necesitamos.

A mí me gustan las camisas tipo polo. Yo me pongo una casi todos los viernes, y lo considero un agradable cambio en comparación con los otros días de la semana. Un guardarropa de trabajo que consista en su totalidad de pantalones de caqui y de camisas tipo polo tendría la importante e igualitaria ventaja de ser económico de comprar y de mantener, y nos dejaría con un poco más de tiempo para pensar en otros asuntos. Sin embargo, la idea de que no se pierde nada en la transición es, simple y llanamente, errónea.

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