Durante los últimos 10 años Turquía y Brasil fueron ampliamente celebrados como países con desempeños económicos estelares; sin embargo, en los últimos tres meses ambos países se han visto paralizados por protestas que expresan un profundo descontento con el desempeño de sus gobiernos. ¿Qué es lo que está pasando y habrá más países que experimenten convulsiones similares?
El tema que conecta estos episodios recientes en Turquía y Brasil, así como con la Primavera Árabe de 2011 y las continuas protestas en China, es el ascenso de una nueva clase media global. Dondequiera que ha surgido esta clase media moderna causa agitación política, pero rara vez ha podido, por sí misma, provocar un cambio político duradero.
En Turquía y Brasil, así como en Chile y Egipto antes, las protestas políticas no fueron lideradas por los pobres, sino por los jóvenes con niveles de educación e ingresos mayores al promedio. Dominan la tecnología y usan medios sociales, como Facebook y Twitter, para difundir información y organizar protestas. Incluso aquellos que viven en países con sistemas democráticos funcionales no se sienten representados por la élite política gobernante.
En Turquía se manifiestan en contra de las políticas de desarrollo a cualquier costo y el estilo autoritario del primer ministro, Recep Tayyip. En Brasil se oponen a una élite política muy afianzada y corrupta que se jacta de proyectos glamurosos, como el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos de Río pero que no es capaz de brindar servicios básicos de salud y educación. Desde su punto de vista, el partido se ha visto arrastrado a la maraña del ‘sistema’ corrupto, tal como quedó en evidencia con el escándalo de compra de votos.
El mundo de los negocios habla del ascenso de la ‘clase media global’ desde hace al menos una década. Un informe del banco de inversión Goldman Sachs de 2008 definió este grupo como aquellos con ingresos de entre $us 6.000 y 30.000 al año y predijo que crecería hasta sumar 2.000 millones de personas para 2030.
A las empresas se les hace agua la boca ante la promesa de esta clase media emergente porque representa una amplia base de consumidores nuevos. Economistas y analistas tienden a definir el estatus de clase media solo en términos monetarios. Pero se define mejor por la educación, la ocupación y la propiedad de activos, que son mucho más consecuentes a la hora de predecir el comportamiento político.
Divisiones internas
Mientras las protestas, los levantamientos y, ocasionalmente, las revoluciones suelen ser encabezadas por los miembros recién llegados de la clase media, no suelen lograr por sí solos cambios políticos a largo plazo. Esto se debe a que la clase media rara vez representa más que una minoría de la sociedad en los países en desarrollo y está dividida internamente. Si no pueden formar una coalición con otras partes de la sociedad, sus movimientos no suelen producir cambios políticos duraderos.
La situación en Brasil es bastante distinta. Allí los manifestantes no enfrentarán una dura represión del Gobierno. Más bien, el desafío será evitar ser cooptados a largo plazo por el sistema.
El estatus de clase media no significa que un individuo apoya automáticamente la democracia o un gobierno transparente.
El reciente crecimiento económico de Brasil produjo una clase media distinta y más emprendedora, afianzada en el sector privado. Pero este grupo puede seguir su propio interés económico en dos direcciones. Por un lado, puede ser la base de una coalición de clase media que busca una reforma integral del sistema político brasileño, presionando para que los políticos corruptos rindan cuentas y para que se cambien las normas para dar lugar a mejores políticas. Por otro lado, los miembros de la clase media urbana pueden disipar sus energías en distracciones, como políticas de identidad o ser cooptados individualmente por un sistema que ofrece grandes recompensas a quienes aprenden a jugar dentro del sistema.
El crecimiento económico ya dio muestras de debilitarse en los últimos dos años y es inevitable que sea más modesto conforme madura su economía. La potencia industrial que el régimen ha creado desde 1978 ya no servirá para satisfacer las aspiraciones de su población. China ya produce unos seis a siete millones de graduados universitarios al año. La brecha entre las expectativas que crecen con rapidez y la realidad decepcionante nunca fue tan amenazante como ahora.
Las clases medias estuvieron en la primera línea de la oposición a los abusos de poder, independientemente de que fueran cometidos por regímenes autoritarios o democráticos. Ahora, el desafío para ellos es convertir sus movimientos de protesta en cambios políticos duraderos, expresados en la forma de nuevas instituciones y políticas. En América Latina, Chile ha tenido un excelente desempeño económico y democrático, pero en los últimos años hubo una explosión de manifestaciones estudiantiles por fallas de su sistema de educación pública.
La nueva clase media no representa solo un reto para los regímenes autoritarios o las democracias nuevas. Ninguna democracia establecida debería creer que se puede dormir en los laureles, simplemente porque lleva a cabo elecciones y cuenta con líderes populares en las encuestas. La clase media impulsada por la tecnología exigirá mucho de sus políticos en todos lados. EEUU y Europa atraviesan un crecimiento débil y un desempleo alto, que en España alcanza el 50%.
En el mundo desarrollado, la generación mayor le ha fallado a la más joven al cargarla con pesadas deudas. En este sentido, ningún político debe pensar que está a salvo de lo que está sucediendo en las calles de Estambul o San Pablo
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