Todos los domingos, como a las nueve de la mañana, me levanto de cama por el lado derecho y me voy en busca del periódico y el pan para el desayuno, acostumbrado a la rutina. En realidad todos establecemos un esqueleto básico sobre el que hay, a veces, cambios menores.
Más o menos nos levantamos a la misma hora, desayunamos lo mismo, vamos al trabajo por el mismo camino, hablamos con la misma gente. Con esa disposición nos sentimos cómodos, y si nos cambian algo nos descuadran un poco los esquemas y en algunas ocasiones no sabemos como responder a situaciones diferentes.
El tema de hoy trata de compartir el concepto de la zona de confort en la que vivimos los seres humanos, que está definida como el conjunto de creencias y acciones a las que estamos acostumbrados y que nos resultan cómodas. Lo que significa que todo lo que está dentro de nuestra zona de confort lo podemos aceptar y hacer sin ningún problema.
Situación contraria cuando algo está fuera de nuestra zona de confort, nos incomoda, nos produce un cierto rechazo, nos provoca ansiedad o nerviosismo sin una respuesta conocida.
Salir de la zona de confort (cambiar) es muy importante para crecer como personas. Mientras que la mayoría de la gente se estanca, porque no le gusta cambiar sus rutinas, aquellos que de verdad persiguen sus sueños, saben que para lograrlo tienen que romper con sus hábitos, enfrentarse a sus temores, y hacer cosas que jamás pensaron. Un autor con mucha razón decía que el valor no es la ausencia de miedo, sino la habilidad de enfrentarse a él.
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