Mucha gente se abstiene a creer simplemente en la ley de causa-efecto. De esta manera, para prever la evolución futura, las investigaciones de los economistas y de los analistas bursátiles se basan simplemente en una extrapolación del pasado. Estos se verán inevitablemente confrontados, tarde o temprano a la aparición brutal e imprevista de un ‘cisne negro’. Sin embargo, la calificarán, una vez el shock pasado, como un efecto normal de una causa dada.
La teoría formulada por el filósofo y extrader Nassim Taleb define el cisne negro como un evento que posee tres características: primero se trata de una aberración, por el hecho de que se sitúa fuera de lo que esperamos en nuestro cotidiano, ya que nada en el pasado indica de manera convincente que este evento pueda suceder. Segundo, su impacto es extremadamente fuerte.
Tercero, pese a su estatus de ‘aberración’ nuestra naturaleza humana nos empuja a elaborar, después de que ocurra, explicaciones sobre su aparición con el fin de volverlo explicable y previsible. Sin embargo, es inútil tratar de predecir un cisne negro, ya que los ejemplos predichos son extremadamente raros.
En lo que respecta a las finanzas, la llegada de eventos imprevisibles pone en tela de juicio las certitudes de analistas, que eran consideradas verdades absolutas, y dan lugar a variaciones en precios totalmente alejados de los previstos. En mercados financieros con mucha liquidez, las operaciones de cobertura tienden a ignorar las probabilidades débiles. Cuando el cisne negro aparece, los arbitrajes deben alinearse y muchas veces sufren enormes pérdidas: es la potencia de lo imprevisible.
Existen varios ejemplos de ‘cisnes negros’ ya que los eventos considerados poco probables finalmente ocurren bastante seguido. Es el caso, en forma general, de todos los ‘krachs’ y del desencadenamiento de la crisis de los subprimes que en 2007 puso en evidencia los enormes riesgos soportados por los bancos mientras que ellos consideraban estar libres de riesgo. La solidez del sistema bancario, en su conjunto, fue cuestionada. Este fenómeno puede darse también en las empresas: la tragedia de Fukushima tuvo consecuencias nefastas en las valoraciones de los especialistas en energía nuclear. Las finanzas son sobre todo una cuestión de sentido común y el cisne negro no es más que una nueva ilustración de esto. Es la teorización de la sabiduría popular: cuando todo anda demasiado bien es cuando hay que empezar a preocuparse.
El inversor inteligente está persuadido que cuando todo marcha de maravilla para un mercado o para una empresa, cuando se habla de ‘escenario ideal’ no hay que dejar de estar vigilante y si el cisne negro aparece utilizar el análisis técnico para encontrar los soportes a la baja y si estos ya hubieran sufrido de este evento improbable, liquide sus posiciones, ya habrá tiempo para volver...
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