“Qué fácil lo obtuviste”, “no necesitaste de sacrificio para tener ese resultado”, son algunas de las frases que se escuchan todos los días en el medio y me llevan a preguntar ¿por qué no ponemos más de nosotros para conseguir nuestro objetivo?
El tema que quiero compartir tiene que ver con la realidad de que la vida cotidiana se tiñe de una cultura “light”. Revisemos entonces a qué nos referimos con este término y reflexionaremos sobre los daños que le hace a nuestra sociedad y vida la cultura del mínimo esfuerzo.
Esto no tiene nada que ver con eficiencia (obtener el objetivo en el menor tiempo posible y con el menor uso de recursos), sino con actitud pasiva y poco luchadora.
Demos algunos ejemplos de situaciones y cosas que se dan en el cotidiano: la venta de comida por porciones, la lavadora de ropa, el Internet con su correo electrónico, la computadora portátil, la educación virtual.
Cada uno de estos ejemplos pueden mostrar cómo nuestra sociedad y los seres humanos bajo el concepto de modernidad hemos ido reduciendo nuestros esfuerzos por obtener algo, la vida se nos ha hecho más fácil y con posiciones muy cómodas.
En lugar de aprovechar la modernidad de forma positiva nos dejamos llevar por la vida de consumo irracional y sin medidas donde nuestra imagen es superflua, sin intensidad, que no produce asombro ni intriga. En definitiva no permite conocer nada en profundidad.
La imagen que mostramos es que no es importante detenernos en nada. Se acciona constantemente el control remoto y actuamos.
Importa por sobre todo el presente, el futuro no se vislumbra y el pasado casi no se recuerda. Esta es una realidad actual.
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