martes, 6 de mayo de 2014
El ‘shale gas’ se interpone entre EEUU y Arabia Saudita
Joergen Oerstroem - Investigador Y Prof. en La Univ. De Adm. De Singapur Y La Escuela De Negociaciones De Copenhague
Se considera que el petróleo y el gas de esquisto (‘shale gas’) van a cambiar el juego en el mercado mundial de energía. Sin embargo, las estadísticas más recientes indican que, en efecto, las nuevas tecnologías y los descubrimientos relacionados con la fractura hidráulica (conocida como ‘fracking’) cambian el paisaje energético y la perspectiva económica, en particular para EEUU, los cambian en menor medida de lo que se preveía hace uno o dos años. El efecto más grande no será en la economía estadounidense, sino más bien en las relaciones entre EEUU y Arabia Saudita y en la estabilidad de Oriente Medio.
Se ha modificado el terreno geopolítico formado en el curso del medio siglo pasado por el interés de esos dos países en mantener estables los precios del petróleo, lo cual crea un desequilibrio que podría derramarse hacia la política de seguridad en Oriente Medio.
Los cálculos del efecto de la fractura hidráulica en el crecimiento económico de EEUU varían desde el 0,2% al año hasta un aumento marginal. Las exportaciones de petroquímicos aumentaron en tres tantos de 2006 a 2012, pero siguen representando apenas un 1,2% del producto interno bruto de EEUU. La balanza de pagos ha mejorado en un modesto 0,1 a 0,2% al año, pero sigue siendo deficitaria en el orden del 3,5% del PIB. La expectativa era -y sigue siendo- que el petróleo y el gas de esquisto contribuirían a regresar la manufactura a EEUU, pero hasta ahora las cifras no corroboran esas esperanzas. De 2007 a 2009 se perdieron dos millones de empleos en manufactura y solo se han recuperado 600.000.
La mayoría de los análisis establecen el punto de rentabilidad de la tecnología para extraer petróleo y gas de esquisto en un precio por barril entre 60 y 80 dólares. Eso le daría seguridad a la extracción futura, pero hasta ahora solo se han recogido los frutos más bajos, posponiendo la perspectiva de costos más altos.
Además hay otros motivos de inquietud. La fractura hidráulica está exenta, total o parcialmente, de las leyes federales de EEUU, como la ley de aire limpio y la de agua potable segura. No es probable que esa exención desaparezca de la noche a la mañana, pero las preocupaciones ambientales acechan en el fondo y cualquier modificación de la ley inevitablemente provocaría mayores costos.
El acuerdo tácito
Desde la caída del sha de Irán en 1979, el mundo del petróleo ha estado regido por un entendimiento tácito entre estadounidenses y sauditas, que mantiene un firme control en la política de Oriente Medio. Ha habido altibajos, pero los aliados nunca habían cuestionado ese entendimiento, hasta ahora.
Una de las consecuencias de ese acuerdo fue el apoyo implícito de EEUU para Arabia Saudita, manteniendo a Oriente Medio bajo control de los musulmanes sunnitas, a pesar de las tendencias religiosas y la demografía que favorece a los chiitas en varios países gobernados por la minoría sunnita.
Ese resentimiento ha ido en aumento y en los últimos años ha aflorado en Bahréin, Irak, Líbano, Siria, entre otros países, planteando nada menos que la posibilidad de una guerra religiosa entre las dos principales denominaciones del islam.
Hubo un tiempo en que estadounidenses y sauditas más o menos manipulaban el precio global del petróleo. EEUU quería que el precio no fuera demasiado alto; Arabia Saudita, que no fuera demasiado bajo.
Pero las cosas han cambiado, el aumento de la producción de combustible fósil en EEUU, especialmente de petróleo, es un portento de la autosuficiencia estadounidense en materia de energía. En 2020, EEUU habrá desplazado a Arabia Saudita como mayor productor de petróleo del mundo. La dependencia de EEUU con respecto del petróleo importado del Golfo Pérsico se ha reducido en cerca de un 20% en 2012. Y Arabia Saudita representó un 13% del total de importaciones en 2012.
Ahora, el precio alto del petróleo beneficia a EEUU, pues un precio bajo de la energía significa mejorar su competitividad. Sin embargo, está en disputa qué tan bajo puede ser el precio. La fractura hidráulica está llegando a una etapa en la que los costos de producción suben, por lo que para ser rentable se requiere que el precio del petróleo sea alto. Considerando la alta inversión en esta tecnología, y en infraestructura, lo último que quiere EEUU es que caiga el precio del petróleo, lo que le quitaría el apoyo a esta tecnología.
Además de esta preocupación está el aliciente de las futuras exportaciones de productos de petróleo estadounidenses, que desde 1973 han sido restringidas por ley. Mantener el petróleo dentro de los Estados Unidos deprime los precios globales de la energía, beneficiando a la economía estadounidense. Sin embargo, a la larga, es difícil pensar que va a crecer la producción de combustible fósil, especialmente el petróleo, si se mantienen las restricciones a las exportaciones. La tentación de una ganancia inesperada será demasiado fuerte para que la puedan resistir. Siendo uno de los pocos países que es un gran comprador y un gran vendedor al mismo tiempo, es probable que EEUU quiera defender sus propios intereses y no vincularlos con los de otros productores, ni siquiera occidentales.
Si los precios del petróleo se mantienen altos, no solo la fractura hidráulica será rentable en EEUU, sino muchos otros países de todo el mundo podrían empezar a usar esta tecnología.
Si EEUU empieza a exportar petróleo al mercado global, será un nuevo jugador de peso, tanto política como económicamente, que podría hacer que fueran obsoletas las instituciones actuales como la OPEP, sacando a los sauditas del centro de la diplomacia del petróleo. Ya no existe el interés común en los precios del petróleo que sostenía el entendimiento saudita-estadounidense. Por el contrario, se evidencia un conflicto de interés. A menos que se zanjen las brechas en las políticas y la percepción, no se ven bien las perspectivas de estabilidad en Oriente Medio
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