Lucy Kellaway Financial Times (fragmento)
Una renuncia debería ofrecer una oportunidad singular para decir algo verdadero y como ya no sientes tanta obligación a la persona que te ha pagado/visto/dado su voto, puedes decir lo que quieras.
De vez en cuando alguien hace eso. Un ejemplo es la carta de los “muppets” de Greg Smith en el New York Times. También está la carta “sólo lo hacemos por el dinero” en Financial Times del gestor de fondos Andrew Lahde.
Otro ejemplo de renuncia menos descortés es la despedida de Patrick Pichette de Google, quien abandonó el año pasado su cargo de jefe de finanzas por “una perfectamente hermosa crisis de mediana edad llena de dicha y belleza” (despilfarró dinero en un viaje).
Una declaración de renuncia no es el momento de decir la verdad, sino de ser corteses y causar el daño mínimo. Las dos opciones que quedan son: ¿con o sin emoción? Y, ¿corta o larga?
En general yo estoy a favor de dar la mejor cara posible en el trabajo. Ser profesional significa comportarse con dignidad. Y eso significa, sobre todo, no llorar cuando algo va mal.
En cuanto a larga versus corta, una renuncia no puede ser demasiado corta, lo cual quiere decir que Twitter es el medio perfecto.
Chris Evans envió un mensaje de Twitter: “Cediendo el puesto de Top Gear. Di lo mejor de mí pero a veces eso no basta. El equipo es más que brillante. Les deseo todo lo mejor”. Estuvo bien, pero pudo haber sido mejor. Mi renuncia favorita en Twitter viene de Jimi Matthews, quien renunció al cargo de jefe interino de una empresa de teledifusión sudafricana el mes pasado. Simplemente decía: “He dejado la SABC”.
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