Armando Méndez Morales *
Desde que inesperadamente se presentó mundialmente la crisis financiera, primero, y luego económica, en los años 2008 y 2009, el mundo quedó expectante de lo que harían los países para enfrentar la desaceleración de sus economías. Vino al recuerdo la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado, cuando reaccionaron cerrando sus economías a las importaciones y utilizando la devaluación monetaria como mecanismo de protección de sus economías nacionales. El resultado fue el desastre total en la economía mundial. La dura lección que dejó esta dramática crisis es que las barreras al comercio mundial no ayudan al crecimiento de la economía, sino por el contrario lo perjudican.
Hace poco se llevó a cabo la cumbre anual del G20, en China, que agrupa a 19 países más la Unión Europea. Esta reunión se produjo en un ambiente de mucha incertidumbre, tanto política como económica. El crecimiento económico global no es el deseado, pero EEUU, la primera potencia económica del mundo, está repuntando y China continúa con buen ritmo de crecimiento, aunque ya no sea del 10% que por varios años ese gran país mostró.
Hay que destacar que este grupo de economías representa el 85% de la producción mundial, por lo que sus intenciones son fundamentales y afectan al mundo. Se reconoció que hay un auge del discurso proteccionista en los países. Según datos que provee periódicamente el Fondo Monetario Internacional (FMI), se puede observar que la economía mundial se desaceleró desde un 5,4% en 2010 a un 3% para 2015. Se espera que en los próximos años la economía mundial se mueva en torno a un 3,5%, lo cual es una buena noticia.
La Unión Europea hace rato no pasa por un buen momento. En 2015 creció casi al 2,4 % y se espera que en adelante no supere el 2%. China, que creció a un impresionante 11% en 2010, fue declinando paulatinamente hasta llegar a un 7% en 2015, un ritmo que se debe seguir calificando de excelente. Las estimaciones del FMI señalan que China podrá moverse en los próximos años a una tasa del 6%.
En este contexto es destacable y aplaudible que los líderes del G20 rechacen al proteccionismo y apuntalen el libre comercio mundial. El presidente del país anfitrión de esta reunión, Xi Jinping, dijo al cerrar el evento: "Queremos revivir los motores de crecimiento del comercio internacional y la inversión. Respaldaremos mecanismos de comercio multilaterales y rechazaremos el proteccionismo para revertir el declive del comercio global”.
Lo importante es que el G20 se declaró en favor del libre comercio, como un principio que debe regir el mundo, en contraposición al aislacionismo de los nacionalistas, de diferentes tendencias ideológicas, que emergen en diferentes países.
Habiendo destacado el hecho de la acertada conclusión de la cumbre del G20, se debe subrayar que llevar a la práctica completa este propósito enfrentará muchos escollos, ya que cada uno de los gobiernos representados en dicha cumbre deben armonizar dentro de sus países una diversidad de intereses de grupos económicos importantes, tarea harto difícil. Por esto es adecuado recalcar que las acertadas conclusiones del evento comentado son buenas declaraciones, pero de inseguro cumplimiento.
China logró disminuir la pobreza -según la directora del FMI- en 700 millones de personas gracias a su integración al comercio mundial. Gracias a sus bajos costos salariales se convirtió en un país que atrajo a la inversión extranjera directa de manera masiva, con ello a las empresas transnacionales. Todo esto hizo de China la economía de mayor crecimiento en las últimas décadas.
Un ejemplo de lo difícil que es hacer realidad el libre comercio mundial son los problemas por los que atraviesa la Unión Europea. No hay que olvidar que cuando se habla de esto también se habla de la libre circulación de personas, lo cual está sometido a barreras por las masivas migraciones a los países de la Unión, como consecuencia de los graves conflictos que se vive en Siria y, en general, en el Medio Oriente. Se debe tener cuidado con los discursos antimigración que influyen sobre los trabajadores de los países desarrollados, ya que sin duda alguna la migración hace que en esos países aumente la oferta laboral, lo cual no gusta a éstos porque crece la competencia y, por tanto, no pueden subir los salarios. Por principio, a cualquier oferente de lo que sea no le gusta la competencia.
Otro ejemplo es que hasta ahora no se puede concretar el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), también denominado Área de Libre Comercio Trasatlántico, cuyo propósito es suscribir un tratado de libre comercio entre la Unión Europea y los EEUU. Esto es vital para avanzar hacia el libre comercio mundial porque se habría logrado que la mitad de la producción mundial se rija por este principio. En este contexto, lamentablemente, el que mejor encarna la oposición a este tratado en los EEUU es el candidato republicano Donald Trump, quien se ha convertido en el abanderado del proteccionismo de la economía norteamericana. De salir elegido Presidente, hay que dar por seguro que dicho tratado tendrá serios tropiezos.
Con acierto, el presidente Macri, de la Argentina, destacó que había que combatir el proteccionismo agrícola que se encuentra muy fuertemente arraigado en los países europeos.
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