Hoy en día, cuando nos referimos al libre comercio lo pensamos como un hecho internacional. Hoy, a ningún comerciante se le prohíbe llevar sus productos, al interior de un país, de un lugar a otro. Si usted produce algo en La Paz y puede vender eso en Santa Cruz lo hace sin ningún impedimento y viceversa, no tiene que cumplir normas especiales, no le ponen trabas para hacerlo y no le cobran ningún impuesto especial.
Sin embargo, este hecho que es absolutamente normal en el país no ocurría así en el pasado. Hubo épocas en que se impedía que los productos sean movidos de un departamento a otro, sobre todo la producción agrícola, bajo el argumento de que ello podía generar una escasez del producto en cuestión y por ende subiría el precio. Esto es algo que impide el desarrollo de un país, pues para ser eficiente todo productor debe diseminar sus lugares de venta, lo cual hace efectivo por medio del comercio. Un productor eficiente minimiza el riesgo de tener un solo demandante. Lo mismo pasa con los demandantes; deben contar con la seguridad de que pueden obtener un producto de diferentes lugares, porque esto también minimiza el riesgo de dependencia.
Lo acontecido en Bolivia también sucedió en otros países. Un ejemplo paradigmático es el de la India, con una población del orden de 1.200 millones de personas, sólo superada por China. India, luego de su independencia de Gran Bretaña siguió un modelo económico estatista y muy restrictivo, inspirado en el socialismo. No había libre comercio al interior de ese basto territorio. Hoy es muy diferente. Se mueve en un contexto de economía de libre mercado, proceso que comenzó en los años 90 del siglo pasado, por lo cual existe allí pleno libre comercio interno. Además, se ha abierto al comercio internacional y tiene varios tratados de libre comercio con otros países del mundo.
En el mundo, a ningún productor u oferente le gusta la competencia en el campo de lo que hace. Ellos quedarían encantados si fueran los únicos vendedores. ¿Qué les impide hacer realidad este sueño? La presencia de la competencia. Esto implica que si el mercado es libre siempre habrá alguien que produzca lo mismo.
Este comportamiento también está presente en los trabajadores. No les gusta tener competidores porque cuando los hay, significa menores salarios. Esto explica la proliferación de los sindicatos en el mundo durante el siglo XX, con el propósito central de impedir, por todo medio, que bajarán los salarios. Por esta razón, no se califica al salario como un precio determinado por el mercado, como debería de ser, sino como un "precio administrado”, en cuya determinación participan -de manera negociada- tres instituciones: el Gobierno, las empresas y los sindicatos.
Pero, como cada vez el trabajo es más diferenciado, con variados grados de productividad y de especialización, los sindicatos están perdiendo poder. Sus propósitos se hacían realidad en un mundo donde el trabajo era muy uniforme, como el del obrero. Pero hoy los obreros son una minoría, incluso en la actividad manufacturera.
Uno de los acontecimientos económicos más importantes en el último medio siglo ha sido el continuo crecimiento del comercio internacional. Éste se ha expandido a un ritmo mayor que la producción mundial, a pesar de no existir libre comercio mundial. A lo mucho se ha logrado alcanzar los llamados "tratados de libre comercio”, que son acuerdos políticos entre estados, cada uno de ellos velando por los intereses de sus productores importantes. A lo que se ha llegado es a que dos países, o más, se pongan de acuerdo en permitir el libre comercio de un listado de productos, lo cual es entendido como la ausencia de aranceles (impuestos al comercio internacional).
A título de "industrias nacientes” del modelo de sustitución de importaciones, en América Latina proliferó el proteccionismo hasta ahora, una situación que ha ingresado en crisis como se puede observar en dos importantes economías de la región: Brasil y Argentina.
Llama la atención que las grandes economías sean las más cerradas al libre comercio mundial. Esto se explica porque han construido aparatos económicos muy diversificados, lo cual no es una característica de las pequeñas economías, como la boliviana.
La forma de medir la apertura al comercio es sumando las exportaciones de bienes y servicios de un país con sus importaciones. El resultando se divide entre el Producto Interno Bruto (PIB) para tener una idea de la magnitud de su apertura.
Con datos del Banco Mundial para 2014, se concluye que Brasil es la economía más cerrada, con un indicador del orden del 25%, siguiendo la Argentina con el 29% y los EEUU con el 30%.
En cambio, las economías pequeñas y exitosas como Hong Kong, Luxemburgo y Singapur son las más abiertas del mundo, con los siguientes indicadores: 440%, 374% y 360%, respectivamente.
La media mundial está en el orden del 89% y Bolivia para 2014 mostró un indicador del 85%. Para 2015, este indicador bajó ya que el comercio exterior del país decreció con relación al año anterior.
* Profesor emérito de la UMSA y expresidente del Banco Central de Bolivia.
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