Aparte de creer en una misión, las personas también necesitan sentir que contribuyen al logro de los objetivos
Cuando abrí Facebook recientemente, apareció una encuesta preguntándome si estaba de acuerdo con que la plataforma de medios sociales era "beneficiosa para el mundo".
La encuesta plantea otra cuestión: si objetivos tan nobles representan una forma práctica para que las empresas motiven al personal.
Yo estoy de acuerdo con la idea de que no es necesario establecer metas que cambien el mundo para cambiar el mundo. Hace algunos años, le escuché decir a Vint Cerf, el principal ‘evangelizador’ del Internet en Google, que mientras él y los demás estaban innovando en el incipiente campo del Internet en la década de 1970, ellos "estaban impulsados por el deseo de resolver un problema en particular" y no por una poética declaración de misión acerca de conectar a todo el planeta.
Recientemente, sin embargo, pasé algún tiempo imaginando lo que pudiera ser una utopía junto con un ecléctico grupo que incluía a un expresidente de México, al presidente de Centrica (la compañía de electricidad y gas del Reino Unido) y al director artístico de Southbank Centre de Londres. Fue una experiencia positiva.
Los organizadores de The Performance Theatre, una reunión anual de líderes, nos prohibieron complicarnos con el "cómo" de las soluciones. Sin embargo, los talleres que organizaron —invitándonos a considerar cómo sería el mundo en 30 años si, por ejemplo, se lograra la igualdad de género, si se eliminara el crimen organizado, o si se hiciera disponible el uso de energía abundante y económica— contribuyeron a esclarecer la ruta a seguir para lograr esas metas.
Por supuesto, dedicarle tiempo a este tipo de fantasías indulgentes no es del agrado de todo el mundo.
Tal y como lo señaló uno de los ponentes: si te adhieres al ‘juego afirmativo’ de responder a una serie de proposiciones diciendo "sí, y . . ." en vez de "no, porque . . .", llegarás con bastante frecuencia y con bastante rapidez a un mundo de "unicornios y praderas mágicas".
Uno de los participantes posteriormente me expresó su descontento con el hecho de que habíamos desperdiciado una oportunidad de discutir urgentes asuntos mundiales tales como el crecimiento de ISIS, o el "Brexit", por el cual el Reino Unido votó cinco días después de la reunión de The Performance Theatre.
Sin embargo, aunque suene cursi, practicar respuestas positivas a planes imaginarios facilita superar objeciones la próxima vez que se discuta un proyecto de envergadura.
Pero ¿cómo sobreviven estas etéreas técnicas de motivación en el abrasador ambiente de las grandes organizaciones con fines de lucro?
Patagonia —el fabricante californiano de ropa para actividades al aire libre— tiene un objetivo grandilocuente: no "causar daño innecesario" al planeta con sus productos. Rick Ridgeway, el vicepresidente de involucramiento con el público, hace poco me dijo que la compañía estaba consciente de que "nunca va a lograrlo". No obstante, la misión impulsa diversas iniciativas que permiten que el grupo avance gradualmente hacia la meta. (También es una buena estrategia de relaciones públicas, pero ésa es otra historia).
Pascal Soriot, el director ejecutivo de AstraZeneca, estableció un objetivo en 2013 de desarrollar 10 medicamentos completamente nuevos para el año 2020, y "de mejorar las vidas de 200 millones de pacientes". El efecto de una manera de pensar tan ambiciosa es totalmente práctico. "Las personas toman este conjunto de objetivos y piensan: 'entonces, ¿qué significa esto para mí como científico?'", comentó el Sr. Soriot.
Yo soy escéptico de la capacidad de todas las empresas "startup" de cambiar el mundo. Algunas veces es suficientemente satisfactorio — y suficientemente lucrativo — desarrollar una nueva manera de organizar el correo electrónico o satisfacer una necesidad de transmitir video más rápidamente. La visión "tiene que ser algo que tenga sentido para el individuo", declaró
Didier Elzinga, director ejecutivo de Culture Amp, una firma que desarrolla aplicaciones de participación de empleados. El Sr. Elzinga asegura que, aparte de creer en la misión, las personas también quieren sentir que están contribuyendo al avance hacia su logro.
Algunos de los problemas globales requieren una meta de tamaño mundial. El Internet no existiría si los problemas inmediatos de la interconexión informática que resolvieron el Sr. Cerf y otros colegas no hubieran funcionado también a escala.
Del mismo modo, la misión de Facebook es "darle a la gente el poder de compartir y volver el mundo más abierto y más conectado". Pero los ingenieros o contadores en cubículos necesitan un puente que los conecte a esas "praderas mágicas".
Facebook solía tener el mantra de "muévete rápido y rompe cosas" para servir de estímulo a la experimentación en vía al logro de su objetivo. Al anunciar una nueva y prosaica versión en 2014 — "muévete rápido con infraestructura estable"— Mark Zuckerberg la vinculó a un compromiso de "arreglar todos los errores importantes en no más de 48 horas".
Estoy casi seguro de que muchos de los desarrolladores de Facebook están tan emocionados con la posibilidad de eliminar un nuevo error como lo están acerca de construir algo que sea beneficioso para el mundo. Pero nunca lograrán acercarse al segundo objetivo si no cumplen con el primero.
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