Una renuncia ofrece una oportunidad única para articular lo que quieres decir mientras todo el mundo te está escuchando.
¿Quién dijo: “Ha sido un largo viaje. No todas las etapas del camino fueron fáciles, aunque sí ha sido tremendamente divertido”?
¿Nigel Farage? ¿David Cameron? ¿Boris Johnson? ¿O Chris Evans?
La semana pasada Radio Times realizó un concurso. Escogió ocho frases de las cartas de renuncia de estos cuatro hombres y les pidió a los lectores, que adivinaran cuál de ellos las había dicho.
Debió haber sido un juego de niños dado cuán diferentes son normalmente las voces de estos cuatro hombres: un tipo normal, un típico graduado de Eton, un payaso erudito graduado de Eton, y un descarado hijo de un corredor de apuestas. Sus renuncias también eran diferentes. Uno renunciaba después de dirigir el país por seis años, otro después de seis semanas de ser presentador de Top Gear, un programa televisivo sobre automóviles. Dos de ellos renunciaban después de fracasar; dos después de triunfar.
Sin embargo, cuando llegó la hora de la renuncia, todos dijeron la misma cosa. Aunque en el momento yo había leído o escuchado atónita todas sus declaraciones, perdí el juego irremediablemente. Ni siquiera escogí al Sr. Farage como el autor de las palabras anteriores. Y mi puntuación general fue un patético tres de ocho.
Los clichés de las renuncias son tan ubicuos que Roy Hogdson, quien sólo tenía cinco minutos en un túnel en Francia para dictar su declaración de renuncia, los usó todos sin pensarlo.
El primer cliché es siempre utilizar metáforas de viaje. “Ha sido un viaje fantástico”, dijo de su ignominiosa carrera. El segundo es nunca admitir haber arruinado nada y nunca pedir perdón. En vez, uno debe darse palmaditas en la espalda. “En realidad me siento orgulloso de lo que mi personal de entrenadores y yo hemos logrado”, dijo el fracasado entrenador de fútbol de Inglaterra. Después debes agradecer a quien se te ocurra, y habiendo hecho eso, jurar eterna lealtad a quien haya sido tu jefe. Hasta el Sr. Evans dijo que haría todo lo posible para “ayudar a la causa”, lo cual suena un poco descabellado en referencia al popular programa televisivo Top Gear.
Finalmente, nunca se debe usa la palabra “renunciar”, mucho menos “irse.” Hasta “ceder el puesto” se ha convertido en algo demasiado cerca de la verdad. En vez, debes describir lo que estás haciendo como “hacerte a un lado”, sin importar cuán precipitoso sea el declive que estás enfrentando.
He estado pensando si hay una mejor y más honrada manera de renunciar al trabajo. Como primer paso, busqué “mejor carta de renuncia” en Google y lo primero que apareció fue un bizcocho. En 2013, un hombre anunció en el glaseado de un bizcocho su salida de la Fuerza Fronteriza del aeropuerto de Stansted. Esto es simpático; el problema es que sólo funciona si, como el hombre en cuestión, uno está renunciando para seguir una carrera en la elaboración de bizcochos novedosos. Una renuncia debería ofrecer una oportunidad singular para decir algo verdadero. Todo el mundo está escuchando. Y debido a que ya no sientes tanta obligación a la persona que te ha pagado/visto/dado su voto, puedes decir lo que quieras.
De vez en cuando alguien decide hacer precisamente eso. Un ejemplo es la carta de los “muppets” de Greg Smith en el New York Times al dejar Goldman Sachs. También está la carta “sólo lo hacemos por el dinero” en el Financial Times del gestor de fondos Andrew Lahde.
Ambas eran feroces, ambas fueron regalos para los periodistas, y ambas dijeron algunas cosas que eran verdad: que la cultura de Goldman Sachs no es maravillosa y que la punta afilada del capitalismo tampoco es maravillosa. Aun así, ambas dejaron un mal sabor de boca, haciendo que sus autores se vieran poco valientes en lugar de sólo descorteses.
Otro ejemplo de una renuncia superficialmente menos descortés es la larga carta de despedida enviada por Patrick Pichette de Google el año pasado, quien abandonó su cargo de jefe de finanzas por “una perfectamente hermosa crisis de mediana edad llena de dicha y belleza.” Pero esto no sólo fue emocionalmente bochornoso, sino insultante a quienes no tuvieran un sueldo de US$ 5.2 millones para derrochar en unas interminables vacaciones familiares alrededor del mundo.
Una declaración de renuncia no es el momento de decir la verdad, es un momento para ser corteses y para causar el daño mínimo, lo cual quizás signifique que alguna versión de los típicos clichés podría ser lo mejor después de todo. Las dos opciones que quedan son: ¿con o sin emoción? Y, ¿corta o larga?
En general yo estoy a favor de dar la mejor cara posible en el trabajo. Ser profesional significa comportarse con dignidad. Y eso significa, sobre todo, no llorar cuando algo va mal. No obstante, el Sr. Cameron ha demostrado que un pequeño temblor en la voz cuando uno se despide puede ser positivo. Provoca que la gente —aun aquellos que están tan enojados que están escupiendo sangre por lo que has hecho— adopte una actitud más positiva sobre tus acciones, aunque sea sólo por un minuto o dos.
En cuanto a larga versus corta, no cabe discusión. Una renuncia no puede ser demasiado corta, lo cual quiere decir que Twitter es el medio perfecto.
El Sr. Evans envió un mensaje de Twitter: “Cediendo el puesto de Top Gear. Di lo mejor de mí pero a veces eso no basta. El equipo es más que brillante. Les deseo todo lo mejor”. Estuvo bien, pero pudo haber sido mejor. Mi renuncia favorita en Twitter viene de Jimi Matthews, quien renunció al cargo de jefe interino de una empresa de teledifusión sudafricana el mes pasado. Simplemente decía: “He dejado la SABC”.
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