En la actualidad, la industria moderna busca incrementar sus ganancias mediante la calidad de sus productos y servicios ofertados, trabajando sobre la mejora de la eficacia y eficiencia de sus procesos.
Algunos directivos de pequeñas, medianas y grandes empresas están inmersos en la inversión de fuertes sumas en la implantación de sistemas de gestión, modelos de seguimiento y medición, consultorías y software en general que permitan la disminución de tiempos, costos y fallas.
Pero estas herramientas, en muchos casos, en vez de convertirse en simplificadores de control y facilitadores de información real para la toma de decisiones, se convierten en celdas cada vez más estrechas para los directivos al tomar mucho de su tiempo para el seguimiento y, sobre todo, en lograr que los integrantes de las organizaciones tomen acciones correctivas ante cualquier desviación significativa.
Los directivos perciben un vacío en el uso de estas herramientas de gestión, sienten la falta del aceite que lubrique los engranajes entre personal y políticas, procedimientos y controles.
Esto sucede por una simple y a la vez compleja razón. Estas herramientas están aumentando el trabajo de la organización en vez de sustituir y simplificar parte de este.
No se está atacando la raíz directamente, la calidad de las personas que integran cada organización. El primer paso antes de comprar e implementar cualquier herramienta de apoyo es trabajar en la calidad de cada individuo.
Hay que partir de que las organizaciones son entidades sociales, es decir, están compuestas por personas y son las últimas quienes harán que los sistemas de gestión, indicadores, procedimientos y políticas funcionen como una solución.
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