martes, 26 de julio de 2016

La importancia de una correcta gobernanza

Es posible que para los ciudadanos de a pie como muchos de nosotros, el término de "gobernanza” o "gobierno corporativo” suene algo extraño, político o hasta esotérico.

Todos estamos muy acostumbrados a tomar decisiones cuando y donde sea necesario; y en muchas ocasiones, por un principio de pragmatismo, nos molesta mucho tener que poner a consideración de otros la toma de una decisión que estamos totalmente capacitados para hacer dentro de nuestra organización, más aún si ésta nos pertenece.

Empero, existe la probabilidad que en algunas ocasiones, "sin querer queriendo” como diría el Chavo del Ocho, tomemos decisiones erróneas que nos cuesten nuestro puesto de trabajo, la imagen que hemos venido construyendo en varios años y en el extremo, juicios o problemas legales de gran envergadura. Es en este punto donde la gobernanza toma una importancia relevante.

¿Qué es la gobernanza?

En esencia, es simplemente cómo se gobiernan las organizaciones, públicas o privadas, con o sin fines de lucro, para lograr el objetivo por el cual fueron creadas. En esa dirección, básicamente es el sistema bajo el cual una entidad se dirige y controla de modo que se vigile su gestión y operación definiendo de manera clara a los responsables de cumplir con todo ello.

Sin una buena estructura de gobernanza, los gerentes o administradores tendrían la libertad para tomar decisiones que podrían ser de interés propio o de amigos o familiares, y no necesariamente de interés de la institución. En facilito: la correcta gobernanza mantiene el control sobre los administradores mediante la limitación de su poder y dirigiéndolo hacia otros entes superiores.

Es de esa manera que la gobernabilidad se baseen tres órganos principales: i) los instituyentes o accionistas, ii) el directorio y iii) la administración, liderizada por el gerente general.

Los accionistas o instituyentes aportan dinero propio o gestionan recursos de terceros con la intención de que la institución que han creado pueda cumplir con los objetivos que ellos han establecido. Si es una empresa privada, claro está que los accionistas bucarán recibir una rentabilidad mayor a la que pudiesen obtener al depositar su dinero en el banco o al invertirlo en otros proyectos alternativos. Si es una entidad sin fines de lucro, los instituyentes buscarán que la misión social por la cual han constituido la institución se cumpla, mostrando efectos e impactos positivos para la sociedad.

Al aportar recursos, ambos buscan que el patrimonio de la institución sea administrado de la manera más profesional y transparente posible y es ahí donde el "Directorio” entra en acción para apoyar a los accionistas o instituyentes a que ello se cumpla.

Cuando se llevan adelante buenas prácticas de gobernabilidad, la Asamblea suele elegir a los miembros del Directorio de un modo tal que resulte una composición equilibrada, no sólo con respecto a la representación de los asambleístas, sino también, y quizás más importante, en función al beneficio de la entidad, velando por su sostenibilidad y viabilidad en el largo plazo.

Es por ello que los Directorios generalmente se constituyen en cuerpos colegiados, y por ende, la responsabilidad de sus miembros es colectiva y solidaria.

Finalmente se encuentra el Gerente General o Director Ejecutivo, que es el máximo responsable de la gestión y los resultados de la totalidad de la estructura administrativa que lo acompaña. Éste, a diferencia de los miembros del Directorio, tiene responsabilidades individuales dentro de las restricciones que el Directorio le impone y debe trabajar con un alto grado de coordinación con su equipo de ejecutivos.

Es en esta instancia es donde se desarrolla la visión y misión de la entidad y donde se ejecutan las acciones para lograrlas, en consulta con el Directorio.

Si pueden lograrse prácticas equilibradas de poder en este triángulo de gobernanza, las entidades tendrán mayor posibilidad de desarrollarse de manera óptima y sostenible sin que se generen problemas en su administración.

Bajo buenas prácticas de buena gobernabilidad, por ejemplo, se tiene claramente establecido que decisiones
pueden ser tomadas por los gerentes, cuáles deben ser decididas por el Directorio y finalmente, cuáles deben ser llevadas para la consideración de la Asamblea.

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