Dicen que quien mucho abarca poco aprieta, o que si persigues dos conejos a la vez, ambos escaparán. Sin embargo, esto es exactamente lo que se exige a muchos gobiernos: perseguir tanto al crecimiento como a la justicia distributiva. Ambos objetivos, aunque no son incompatibles, son distintos entre sí, y pocos instrumentos de política pueden ayudar a lograr ambos simultáneamente.
Esta idea es muy importante para la política comercial. Un gran volumen de investigación teórica y empírica demuestra que abrir el comercio puede estimular el crecimiento del PBI de un país. Pero aumentar el tamaño de la torta no garantiza que se reparta justamente.
A menudo el crecimiento que resulta de la apertura comercial se distribuye en forma despareja; incluso, en muchos casos, algunos reciben menos que antes. En estas situaciones es cuando el Gobierno debe intervenir utilizando sus herramientas tradicionales: impuestos y redistribución, así como políticas complementarias como redes de seguridad social y asistencia para el ajuste.
De manera similar, desde una perspectiva global, la apertura comercial puede contribuir al crecimiento económico mundial en su conjunto, pero no garantiza que los beneficios se distribuirán justamente entre los países. Algunos dicen que ningún país pierde, en términos absolutos, por abrir su comercio; de otra forma, no participarían en acuerdos de libre comercio. Sin embargo, la desigual distribución de los beneficios creada por la apertura al comercio mundial significa que algunos países, en especial los menos desarrollados, ganan poco en términos comparativos y resultan incluso desfavorecidos.
Esto explica la creciente preocupación sobre el papel del comercio en el desarrollo, a pesar de que obviamente el mayor comercio mundial ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas en las últimas décadas. A diferencia de lo que ocurre en cada país, no hay una autoridad central que pueda decidir sobre la redistribución de la riqueza en el mundo, por lo que el problema de la justicia debe contemplarse a través de los mandatos de desarrollo incorporados en las negociaciones comerciales.
Equilibrio en el acuerdo
Un aspecto clave de estas preocupaciones sobre el desarrollo es identificar el equilibrio adecuado en todo acuerdo comercial. El término técnico utilizado en las negociaciones comerciales para indicar que el equilibrio debe inclinarse hacia los países en desarrollo es «tratamiento especial y diferencial». El grado en que se aplica este tratamiento se decide entre los participantes.
Pero, si bien la tendencia en las negociaciones comerciales actuales es permitir que los países en desarrollo abran sus mercados menos que otros para ayudarlos a lograr un mayor equilibrio, esto puede socavar las metas originales: mejorar la eficiencia e impulsar el crecimiento. Además, no logra incentivar un mayor comercio Sur-Sur.
Y, al final, este foco en el lado defensivo de la liberalización comercial dificulta las negociaciones. Por ejemplo, una de las cuestiones críticas que bloquea los avances de las conversaciones en pos del libre comercio mundial de la Agenda de Doha para el Desarrollo en la Organización Mundial del Comercio se centra en el grado en que los países en desarrollo más importantes deben abrir sus mercados.
Un mejor método para buscar equilibrios es brindar a los países en desarrollo más acceso a los mercados globales, incluidos aquellos de otros países en desarrollo. Sin embargo, hasta ahora, no hay ni voluntad ni energía para adoptar este enfoque. Y, para los países en desarrollo que carecen de capacidad por el lado de la oferta, un mayor acceso al mercado mundial es algo discutible, ya que están lejos incluso de poder considerar cuál sería su cuota en él.
Vincular ayuda y comercio
La solución viable es una coordinación más eficaz entre las instituciones relevantes. El Acuerdo de Marrakech, que estableció a la OMC como sucesora del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio en 1994, fija el propósito de lograr una mayor coherencia entre la OMC y otras agencias internacionales. Una iniciativa particularmente digna de mención es el Marco Integrado Ampliado para los países menos desarrollados, que incluye una amplia participación y coordinación entre agencias asociadas, incluidos el FMI, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el Banco Mundial y la OMC.
Un enfoque más ambicioso sería vincular explícitamente la ayuda y el comercio. La seria consideración de un mecanismo concreto de financiación en acuerdos comerciales está justificada, especialmente en áreas como las negociaciones de la OMC para facilitar el comercio, donde construir capacidades en los países en desarrollo es una cuestión clave.
De todas maneras, exigir donaciones de los países miembros sería un paso en la dirección equivocada; la OMC no es una agencia de asistencia. Por el contrario, los acuerdos comerciales de la OMC podrían establecer vínculos eficaces con los bancos multilaterales y regionales para el desarrollo, ayudando así en la implementación del principio de mayor coordinación internacional fijado en el Acuerdo de Marrakech.
Atrapar a los dos conejos del comercio internacional es posible. Pero exige enfoques innovadores que ayuden a garantizar que el comercio sirva a los países en desarrollo, no lo opuesto.
“Una de las cuestiones que bloquea el libre comercio se centra en el grado en que los países en desarrollo deben abrir sus mercados ”
Taeho Bark
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