martes, 16 de abril de 2013

La promesa de la Abe-economía

El programa del primer ministro japonés Shinzo Abe para la recuperación económica de su país ha dado lugar a un aumento de la confianza interna. Pero, ¿hasta qué punto puede la “Abe-economía” atribuirse el mérito? Curiosamente, un vistazo al desempeño de Japón en la última década sugiere pocas razones para tener un sentimiento bajista persistente.

De hecho, en términos de crecimiento del producto por trabajador empleado, a Japón le ha ido muy bien desde inicios del nuevo siglo. Con una fuerza laboral en contracción, la estimación estándar para Japón en 2012 –es decir, antes de la Abe-economía– fue que la producción por trabajador empleado creció en una tasa interanual del 3,08%. Ese crecimiento es mucho más robusto que el de EEUU, donde la producción por trabajador creció solo un 0,37% el año pasado.

No obstante, como muchos japoneses perciben, la Abe-economía solo puede ayudar a la recuperación del país. Abe está haciendo lo que muchos economistas (incluyéndome entre ellos) piden en EEUU y Europa: un programa integral que implique políticas monetarias, fiscales y estructurales. Abe compara este enfoque a sostener tres flechas – si se las sostienen de forma separada, se puede doblar cada una de ellas; si se las sostiene juntas, no se puede doblar ninguna.

El nuevo gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, viene con una gran experiencia adquirida, primero en el ministerio de finanzas, y luego como presidente del Banco Asiático de Desarrollo. Durante la crisis de Asia oriental de finales de la década de 1990, él vio de primera mano el fracaso de la sabiduría convencional impulsada por el Tesoro de EEUU y el Fondo Monetario Internacional. Ya que no está casado con las obsoletas doctrinas de los banqueros de los bancos centrales, Kuroda se ha comprometido a revertir la deflación de Japón.

La deflación aumenta la carga de la deuda real (ajustada según la inflación), así como también la tasa de interés real. Aunque hay poca evidencia de la importancia que pudiesen tener los pequeños cambios en las tasas de interés reales, el efecto que tiene incluso una leve deflación en la deuda real, año tras año, puede ser significativo.

La postura asumida por Kuroda ya condujo a la debilitación de la tasa de cambio del yen, lo que hace que los productos japoneses sean más competitivos. Esto refleja la realidad de la interdependencia de la política monetaria: si la política de la Reserva Federal de EEUU, denominada como flexibilización cuantitativa, debilita el dólar, otros tienen que responder para evitar la apreciación excesiva de sus monedas.

Algún día puede ser que logremos una coordinación más cercana de las políticas monetarias a escala mundial; pero, por el momento, fue razonable que Japón responda, aunque fuera de forma tardía, a los eventos que ocurrieron en otros lugares.

Tareas para aprender
La política monetaria hubiese sido más eficaz en EEUU si se hubiese dedicado más atención a los bloqueos de créditos – por ejemplo, a los problemas de refinanciación de los propietarios de viviendas, incluso a tasas de interés más bajas, o a la falta de acceso al financiamiento de las pequeñas y medianas empresas.

Sin embargo, Abe tiene dos flechas más en su aljaba de políticas. Los críticos que argumentan que el estímulo fiscal en Japón fracasó en el pasado –argumentando que llevó a un desperdicio de inversiones en infraestructuras inútiles– cometen dos errores. En primer lugar, está el caso hipotético: ¿cómo se hubiera desempeñado la economía de Japón en ausencia de estímulo fiscal? Dada la magnitud de la contracción de la oferta de crédito a raíz de la crisis financiera de fines de 1990, no es de extrañar que el gasto público no hubiera podido restaurar el crecimiento.

La situación hubiera sido mucho peor sin el gasto; en la forma que ocurrió, el desempleo nunca superó el 5,8%, y durante los estertores de la crisis financiera mundial, alcanzó el 5,5%. En segundo lugar, cualquier persona que visite Japón reconoce los beneficios de sus inversiones en infraestructura.

Hay muchas razones para creer que la estrategia de Japón para rejuvenecer su economía tendrá éxito: el país tiene instituciones fuertes, una fuerza laboral bien educada con excelentes habilidades técnicas y comportamientos sensatos de diseño, y es una región más dinámica. Sufre de una menor desigualdad en comparación con muchos países industriales avanzados (aunque tiene más desigualdad que Canadá y los países del norte de Europa), y ha tenido un compromiso con la preservación del medio ambiente que es de más larga data.

Si la agenda integral que Abe ha trazado se ejecuta bien, se vindicará la confianza creciente de hoy en día.



“Hay muchas razones para creer que la estrategia de Japón para rejuvenecer su economía tendrá éxito”
Joseph E. Stiglitz

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