viernes, 19 de mayo de 2017
Víctor Hugo Jiménez: “Lograr que confíen en nuestras baterías fue difícil”
Tras tres décadas, Víctor Hugo Jiménez, un emprendedor que detectó que la fabricación de baterías era un negocio redondo, considera que el país necesita de leyes que protejan la oferta nacional con valor agregado. Al comienzo tenía tres operarios pero 30 años después cuenta con más de 500.
¿Cuándo empezó en este negocio?
En la época de la hiperinflación, allá por 1987, en un escenario en donde todo se importaba, entonces surge la idea de ofrecer un producto de mucha demanda y que el país no tenía; descubrimos que en el transporte lo que más se consumía eran las baterías y optamos por fabricarlas.
¿Al inicio qué cantidad de baterías fabricaban?
Empezamos con 1.500 baterías al mes y actualmente fabricamos unas 32.000, o sea unas 400.000 al año, de las cuales más de 100.000 se exportan al Paraguay.
¿Con qué marca empezaron a vender sus baterías?
Con Deiko, que se vendía a bajo precio y nos fue muy bien, pero cuando la gente se enteró de que eran bolivianas ya nadie las quería comprar ni confiar en la nuestra. Entonces tuvimos un momento de genialidad y creamos la marca Toyo que en japonés significa oriente y es similar a Toyota que es una marca famosa, esto fue en 1989, que nos permitió dar el salto de calidad.
¿Tuvo la oportunidad de exportar a otros países?
La posibilidad existe, pero Brasil, Argentina, Perú y Ecuador protegen muy bien su mercado interno. En este tiempo jamás pude venderle una sola batería a Brasil porque las barreras paraarancelarias son imposibles de pasar.
¿Fue acertado ser emprendedor?
Sin dudas que lo fue, más en un país donde todo se importa y hace falta una producción nacional con valor agregado. Ser emprendedor no es fácil, pero si uno no cree en su proyecto, no se trabaja disciplinadamente, no se pone sacrificio y optimismo, va ha ser muy difícil lograr buenos resultados.
¿Por qué muy difícil?
Porque tenemos un país abierto al mundo, donde el contrabando mata a la producción nacional. Bolivia tiene una carga salarial pesada, una fuerte presión impositiva que no nos permite ser competitivos.
Hoy cualquiera puede ir a Iquique (Chile) e importar baterías u otros productos, no hay una protección a la producción nacional con valor agregado y eso muchas veces es una desmotivación para aquellos que apuestan por la legalidad.
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