Chan Kim, en su libro La estrategia del océano azul, describe los mercados muy competitivos como océanos rojos que se caracterizan porque las empresas compiten en un espacio de mercado ya existente y limitado, donde lo que importa es ganarle a la competencia, pues todos explotan la demanda existente y no se tiene nuevos mercados; las compañías deben elegir entre diferenciarse o bajar el costo, pero casi todos imitan al competidor, los productos y servicios se vuelven estandarizados y muchas veces la única manera de ganar mercado es bajando sus precios.
Cuando uno mira lo que está pasando en el sistema financiero puede advertir que los bancos están nadando en ese océano rojo, afectados por la normativa que exige metas de cartera, fija techos en las tasas y en medio de una economía frenada y con un bajo nivel de inversión privada, lo que representa una menor demanda de créditos.
Entonces, para llegar a sus metas de crecimiento bajan las tasas, estandarizan sus productos y miran el mercado del otro. En ese mar rojo, aparecen los bancos tiburón que son voraces y están al acecho; los bancos ballena que no comen peces, pero que siguen engordando y creando superestructuras; los bancos delfines que innovan para crecer diferenciándose y, por supuesto, los peces pequeños o lentos o indefensos que podrían terminar como presas.
El Banco Mercantil Santa Cruz es un banco experto en fusiones; de hecho, empezó comprando el Banco Santa Cruz a los españoles en 2006 por 38 millones de dólares y este año se ha adjudicado una cartera de 100 millones de dólares y depósitos de Mutual La Paz, para finalmente anunciar, la semana pasada, que fusionará al banco Los Andes y así convertirse en el más grande del sistema, muy alejado de los otros tres bancos múltiples que le siguen.
Esta fusión le permite alcanzar al Banco Mercantil Santa Cruz varios beneficios; en primer lugar, solidez y prestigio en el mercado, incrementar su patrimonio, su volumen de activos y un mayor número de clientes; al mismo tiempo, bajará costos de operación e incrementará su eficiencia y productividad; ampliará la cobertura de atención a los clientes actuales y nuevos con mayor número de canales de atención (agencias, cajeros automáticos, etc); potenciará su modelo de negocios al generar mayores niveles de ingresos y ampliar su mercado, entre otros.
Adicionalmente, al absorber un banco con cartera en microempresa y PyME, diversificará su riesgo y le ayudará a cumplir su meta de crédito productivo.
La situación es complicada para todas las instituciones del sistema financiero, en especial para los bancos PyME y las Instituciones Financieras de Desarrollo (IFD), que acaban de ser incorporadas al ámbito de la regulación, ya que los bancos grandes, por su tamaño y por una mayor diversificación de ingresos, están compitiendo en el segmento PyME y de microempresa, lo que ocasiona una mayor concentración de cartera en los bancos múltiples, que a agosto tenían un 83% del total de la cartera y que con la fusión se incrementará inclusive más.
En esta vorágine financiera está en riesgo la desaparición o absorción de muchas entidades especializadas en microfinanzas -bancos PyME e IFD-, instituciones que por muchos años han sido los referentes a nivel mundial del hecho de haber desarrollado una banca diferente, con rostro social, que no sólo busca el lucro, sino el desarrollo y la bancarización de sectores que nunca fueron atendidos por la banca tradicional.
Es recomendable, frente a esta situación, que las autoridades tomen cartas en el asunto para proteger estas instituciones mediante una flexibilización o ajustes mayores en las tasas y/o autorizándolas a que puedan captar depósitos, además de prestar los otros servicios financieros permitidos.
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