lunes, 25 de enero de 2016

Cuidado con la zona de confort



Estimados y estimadas amigas, utilizo el párrafo introductorio de mi primer artículo de esta gestión para desear a todos y cada uno de ustedes un venturoso y feliz 2016, en el cual alcancen todos los objetivos que se hayan trazado al comer sus 12 uvas de Año Nuevo. Al respecto, y como siempre, en la madrugada del 1 de enero, yo también me fijé algunas metas personales y profesionales que, después de la emoción del momento, ahora me parecen difíciles de alcanzar pues muchas me sacarán de la zona de confort que vine construyendo últimamente.

De acuerdo con Alasdair Kenneth White, autor del bestseller De la zona de confort a la gestión por resultados, esta zona es un estado de comportamiento humano en el cual la persona opera en una condición neutral de ansiedad, siguiendo una serie de comportamientos para alcanzar un nivel constante de rendimiento, sin ningún riesgo consiguiente.

En ese sentido, es aquella zona en la que nos encontramos seguros, donde controlamos todo lo que nos rodea, nada se nos escapa y conocemos de principio a fin todo lo que pasa en nuestro ambiente personal o profesional. Es una zona que hemos ido conquistando por mucho tiempo, donde lo tenemos todo aprendido y que se ha apoderado de nuestra confianza, pues no hay riesgos ni incertidumbres que nos hagan tambalear.

Con base en la explicación de White, amables lectores, podrán identificar claramente los elementos que conforman su zona de confort particular. Puede ser la tranquilidad de un sillón frente al televisor en el living familiar, el mercado de barrio donde sabemos que todas nuestras caseras nos tratarán de "joven churro” o "mamita linda” y nos darán un descuento, o el club deportivo o el bar donde acudimos la mayoría de los fines de semana y encontramos a todos nuestros amigos para conversar sobre los mismos temas. Puede ser también el mismo escritorio en el cual trabajamos por los últimos cinco años por el mismo salario y sin grandes sobresaltos, o quizás el mismo jefe o jefa que no nos gusta, pero que conocemos por mucho tiempo y ya sabemos cómo manejar.

No todo es bueno en la zona de confort

Por lo leído hasta ahora, algún inquieto lector podrá preguntarse por qué este artículo titula "¡Cuidado con la zona de confort!”, si uno está tan a gusto en dicho estado de certidumbre y control. Y es que no todo es color de rosa en esa zona. Si permanecemos mucho tiempo en ella, existen varios peligros que nos pueden llevar a la parálisis, nuestra creatividad e innovación pueden verse reducidos, comenzamos a aprender cada vez menos y tendemos a caer en la rutina que nos puede llevar a la procrastinación. Corremos el riesgo de repetir una y otra vez la misma rutina, las mismas actividades, las mismas bromas y hasta los mismos pensamientos, sin ningún cambio.

Según muchos especialistas, esto es comparable a conformarse con la seguridad de estar en una cárcel y, a medida que pasa el tiempo, se vuelve más difícil salir de ella y preferimos quedar encerrados por miedo a los riesgos que enfrentaremos afuera.

Por ello, salir de la zona de confort significa entrar en la zona de riesgo, en aguas profundas y poco exploradas.
Uno se adentra en lo desconocido y esto a cualquier ser humano en su sano juicio le genera angustia y miedo.

Nos puede dar mucho miedo asumir un nuevo trabajo, tener otro hijo o hija, salir de nuestra ciudad buscando otros horizontes en un país con un idioma diferente y hasta ir de vacaciones a un lugar diferente. Ante nuevos retos, inexplorados, nuestro cerebro nos dice: "Desiste, tu mamá no te hizo para esto”, "escapa, esto es difícil” o "huye, que los monstruos te van a comer”.

Sin embargo, cuando salimos de nuestra zona de confort también existen algunas ventajas: eliminamos nuestras barreras autoimpuestas, podemos conocer nuevos lugares, culturas y personas, o vivir experiencias diferentes y nuevas emociones.

Todo proyecto nuevo puede traer a nuestras vidas conocimientos adicionales y un mayor crecimiento personal que nos conducirán a tener mayores expectativas, incrementar nuestras habilidades sociales y profesionales, y tener finalmente una vida más satisfactoria en todos los ámbitos.

Salir del statu quo nos puede ayudar también a tener conciencia de nuestras limitaciones, miedos, celos, intranquilidades y, en general, todos los sentimientos del lado oscuro de la fuerza que habitan en nosotros; para luego identificar cuáles son los mecanismos adecuados para contrarrestar los mismos. Uno sabrá que está comenzando a acomodarse cómodamente en su zona de confort cuando las ideas de algún cambio le hagan sentir ansiedad o estrés, trate de poner excusas para no hacer cosas diferentes y comience a mostrar poca autocrítica hacia sus acciones.

Al final de cuentas, y como le respondió el maestro Yoda a Luke Skywalker cuando éste le dijo que intentaría desarrollar en sí el lado luminoso de la fuerza: "No; intentar no debes. Hazlo o no lo hagas; pero no lo intentes”.

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