No hace falta haber estudiado psicología o antropología para comprender que la confianza es uno de los motores más importantes para generar relaciones sólidas y de calidad. Como el amable lector podrá percibir, esto puede aplicarse tanto a las relaciones de amistad, de pareja, profesionales y también de negocios. En el ámbito empresarial, la confianza es el factor que une a los empleados con sus jefes, a las empresas con sus proveedores o sus consumidores, y a los empresarios con los inversionistas, los reguladores y el Gobierno.
Según la doctora Laurence Cornu, directora del Departamento de Ciencias de la Educación y de la Formación en la Universidad de Tours, Francia: "La confianza es la seguridad sobre la conducta futura de otro individuo. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse sobre el poco control que uno pueda tener sobre su entorno y las personas e instituciones que nos rodean”.
Es así que la confianza se trata de una suspensión temporal de la incertidumbre que genera el accionar de otros, es decir, se dejan de lado las dudas y se cree en los demás.
Es de esa manera que en el ámbito organizacional, los altos niveles de confianza resultarán en una más fuerte reputación e ingresos mayores y sostenibles para las compañías, y por otro lado, altos niveles de entusiasmo, fidelidad e innovación en los empleados. En esa dirección, según la experta en estrategia de HewittAssociates, Pilar Álvarez, las entidades donde hay profundos grados de confianza se caracterizan por líderes muy comprometidos, entendimiento de los intereses de los stakeholders, diálogo abierto y respetuoso, constante retroalimentación, celebración del éxito y el interés de generar bien común a largo plazo, entre otros”.
El valor de la confianza
El valor de la confianza es visible ahora más que nunca. Las últimas crisis económicas mundiales se originaron en el abuso de confianza por parte de una serie de compañías multinacionales de diferentes rubros, dentro de ellos el financiero, donde imperaron los intereses particulares más que los colectivos. Entonces, la gran desaceleración económica de los últimos años es el corolario lógico de la pérdida de confianza de la sociedad en las instituciones que, de una u otra manera, manejan el poder económico y político mundial.
En este contexto, la complejidad del escenario actual coloca a las empresas en un ámbito de desconfianza generalizada, inseguridad, competencia desleal, reorganizaciones internas y necesidad de resiliencia, entre otros. Es así que la confianza se ha convertido en un activo de gran valor que los profesionales y las empresas deben ganarse pero también saber administrar y hacer crecer a fin de tener éxito en un mundo tan difícil y cambiante como el actual.
La falta de confianza, por ende, ha dado como resultado la generación de mayores costos para las empresas, que para evitar malversaciones o ser engañadas, se han burocratizado y llevan adelante largos y costosos procesos de evaluación legal y técnica en sus proyectos o adquisiciones, tardan más tiempo en su toma de decisiones y al fin desisten de varios negocios que podrían haber resultado.
Finalmente y como expresó Peter Drucker, el gurú de la estrategia empresarial del Siglo XX, se puede concluir que "las organizaciones no deben fundamentarse en el poder, sino en la confianza”.
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