Según la teoría clásica, una depreciación
puede ser beneficiosa porque vuelve al país
más competitivo con relación a otros países,
lo que incrementaría las exportaciones
en el largo plazo. Sin embargo, en Bolivia
es evidente que una depreciación puede
tener un efecto contractivo en la actividad
económica y, por lo tanto, no ayudaría a
la competitividad, ya que: (i) puede causar
una mayor inflación; (ii) disminuye la
capacidad de compra de la mayor parte de la
población, contrayendo la demanda de toda
la economía; y (iii) encarece los costos de
producción de bienes y servicios importados,
lo que a su vez puede disminuir la inversión.
Es así que, entre 1985 y 2005, se vivieron
periodos de constantes depreciaciones
sin incrementar de manera sustancial las
exportaciones o el desarrollo del país. Sin
embargo, a partir de 2006, las exportaciones
de todas las categorías se incrementaron de
manera importante, representando ingresos
para el país, en un marco de apreciación y
estabilidad de la moneda nacional.
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