domingo, 20 de septiembre de 2015

Johannes Dobinger, participó en Sucre del 8vo. Encuentro de Economistas de Bolivia



El austriaco representante para la Región Andina de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), Johannes Dobinger, participó en Sucre del 8vo. Encuentro de Economistas de Bolivia, organizado por el Banco Central y la Universidad San Francisco Xavier. Él concedió la siguiente entrevista a CAPITALES.

CAPITALES (C). Usted habló de las fases de la industrialización a través de la historia. ¿Cuál es la diferencia central entre la famosa Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX y lo que estamos viviendo en la actualidad?
Johannes Dobinger (JD). La industrialización temprana era no inclusiva y no sostenible. Causó impactos ambientales y sociales muy graves, explotando gente de manera grosera y siendo una industrialización muy exclusiva, de un grupo limitados de naciones.
Hoy en día estamos viendo una industrialización que ya es un fenómeno mundial: en teoría, todos los países tienen acceso a optar por ella, y es una industrialización que más bien busca ser amigable con el medioambiente y se “alimenta” de la necesidad de la sociedad de convivir, de no causar daños ambientales. Con esto quiero decir que una gran parte de lo que es el crecimiento industrial, hoy en día, son productos tecnología ambientales, productos reciclables; la innovación que hoy es el motor del crecimiento industrial viene, una gran parte, de la necesidad de ser más amigable con el medioambiente, entonces, en ese sentido es una industrialización completamente distinta.

C. ¿Qué es la “industrialización inclusiva”?
JD. Eso es algo muy importante. Por ejemplo, hay modelos de industrialización que se basan en la creación de industrias de enclave; toma por ejemplo México, con sus industrias de maquila, donde vienen empresas y lo único que dejan es el empleo y mal remunerado, al mismo tiempo. Mientras que si tú tienes una industria que decide invertir en, digamos, agroindustria, tú tienes que integrar en esa cadena de valor a pequeños productores, pequeñas empresas, etc.
Hay diferentes métodos de asegurar que eso pase, herramientas que se pueden usar. Para empezar, establecer reglas de contenido local cuando se trata de inversiones extranjeras; en el sector automotriz, por ejemplo en Colombia tenemos ese problema: no cuenta con reglas de contenido local muy ambiciosas en comparación con lo que haría China o cualquier país asiático. Con esas reglas, si una empresa decide invertir dice: “Ok, qué piezas hago con empresas locales y cómo hago para que sean capaces de hacerlo”.
Las mismas empresas líderes que invierten pueden ser parte de ese desarrollo de proveedores, pero también el Estado. Las instituciones locales, por ejemplo las de formación profesional, pueden aportar. Los ingenieros industriales en carrera pueden aportar. La realidad de las pequeñas empresas es que muchas veces no tienen idea de los nuevos desarrollos, no quieren entrar a cambiar su producción porque no se quieren arriesgar a cambiar lo que dominan, por eso tienes que ayudar a que gente joven entre a esas empresas. Una pequeña empresa boliviana no puede pagar a un ingeniero joven, normalmente, entonces el Estado tiene que crear esa posibilidad. O las universidades tienen que crear la posibilidad de que hagan su tesis en esa misma empresa.

C. ¿Cuál es la diferencia entre la industrialización a nivel mundial y la que impulsa Bolivia?
JD. En Bolivia, por una parte estamos en una fase incipiente de la industrialización, porque no hay mucha industria todavía, pero eso no significa que esté en la fase 1 de la industrialización, sino que su realidad es la de necesitar eficiencia en el uso de recursos, el cumplimiento de estándares ambientales y sociales a nivel internacional, donde las empresas tienen que ser competitivas. Cada vez es menos posible vender productos en los mercados si no puedes comprobar que respetaste reglas ambientales y sociales.

C. ¿Considera este momento como de “revolución industrial”?
JD. Eso de hablar de revoluciones son conceptos que nos ayudan a entender lo que está pasando. Revolución, en cierta medida, sí, porque si tú ves lo que pasa tecnológicamente hoy en día: Internet, saturación de los mercados con teléfonos inteligentes, todo eso, combinado con los avances de tecnología de la producción misma, tú ves que hay cambios increíbles. Pueden surgir pequeñas empresas en garajes con impresoras 3D que dan soluciones que ya no necesitan de economías de escala; antes, prácticamente sin economía de escala, no podías competir. Hoy en día es una realidad industrial que se presta más para iniciativas pequeñas, si se basan en el conocimiento... el conocimiento es más accesible que nunca: un joven con una buena educación puede acceder a todos los conocimientos del mundo para arrancar con algo innovador, tener un producto o un servicio que lo puede vender en donde sea.
Yo creo que es una revolución en el sentido de una producción más descentralizada, más equitativa, pero eso no significa que todo funcione automáticamente. Mientras no haya apoyo con las políticas correctas, inversiones necesarias por parte del Estado, es muy difícil, a nivel de una economía nacional, acercarse a otras naciones, ser competitivo.

C. ¿Hay un modelo a seguir? ¿Hay que copiar a los europeos, a los norteamericanos, a los asiáticos, o cada realidad tiene su propia manera de hacerlo?
JD. Yo diría que, como tú bien dices, cada realidad tiene su propia forma, porque la industrialización no existe de manera aislada; es un proceso social al final de cuentas: un proceso económico que sucede dentro de una sociedad. Necesitas saber qué consenso tienes en esa sociedad para insertar tus políticas industriales.
Las experiencias en Asia tienen muchos elementos que se pueden copiar; la de países como Corea es muy relevante; pero creo que lo bonito es que puedes ver cuáles de esos elementos te parecen. Por ejemplo, el método de China, que ha usado en el momento de decidir abrirse, no lo hicieron de manera ingenua, sino pidieron a todos los inversionistas dejar tecnología, hacer participar a empresas locales. Esos son elementos que se pueden copiar. Yo creo que Bolivia puede ser un país muy interesante para invertir en sectores productivos; no solo me refiero a extranjeros, sino más que todo a inversiones locales: evitar que el dinero que ya está en Bolivia, se vaya.

C. ¿Por qué sostiene que Bolivia tiene un futuro promisorio en cuanto a industrialización?
JD. Porque Bolivia tiene muy buenas condiciones: cuenta con recursos naturales que se pueden aprovechar propiamente, hay un gobierno que está tratando exactamente eso; viendo este mismo evento, donde se reúnen 600 estudiantes, yo creo que los jóvenes de Bolivia son trabajadores interesados en adquirir conocimientos y ese es el recurso que se puede aprovechar.

C. El año pasado advirtió de un “estancamiento de la industrialización” en América Latina. ¿Eso significa “desindustrialización” y ha cambiado esa situación?
JD. Ahora, a nivel de Latinoamérica definitivamente no es estancamiento, hay un proceso de desindustrialización; no en todos los países pero en ciertos países. Yo siempre hablo de Colombia, donde eso es más marcado, entre otros que también se han desindustrializado.

C. ¿Y cuál es la tendencia?
JD. Los países de la región andina han generado recientemente políticas industriales muy ambiciosas: En Perú tú tienes el Plan Nacional de Diversificación Productiva; aquí en Bolivia ni hablar, múltiples iniciativas del Gobierno, incluyendo la industrialización de la cadena del gas, las iniciativas del litio, muchas otras más. Lo que yo diría que tal vez en Bolivia podría enfatizarse más es en el sector privado, es decir, el rol del sector privado en la industrialización. Ese es un tema que no siempre es fácil políticamente; hay muy buenas razones históricas para decir que ese es un tema delicado en Bolivia, pero, al final de cuentas, sin sector privado nunca vas a tener industria. Un sector industrial muy fuerte, innovador, dinámico, no lo vas a tener únicamente con el Estado; entonces, ahí es importante la vinculación, definir la frontera, qué hace el Estado y qué es lo que hace el sector privado, y cómo se puede beneficiar de las inversiones del Estado.

C. ¿Cómo ve el panorama de los presupuestos destinados a industrialización en América Latina?
JD. Yo creo que ese es un buen punto. Hemos pasado en Latinoamérica por una fase de altos precios de los productos extractivos, donde en los presupuestos todos se han beneficiado. Eso sería normalmente en los tiempos en los que tú creas reservas, en el sentido de invertir ya en proyectos de industrialización; creo que Bolivia lo ha hecho, otros países no y han tenido políticas industriales muy conservadoras, donde se dan apoyos mínimos a los sectores, donde jamás se piensa en inversiones productivas del Estado.
Lo importante es aprovechar cuando hay tiempo de altos ingresos invirtiendo también en el cambio estructural. En momentos donde el presupuesto está en su límite y solo alcanza para las necesidades básicas, obviamente salud y educación es lo primario, no vas a poder invertir grandemente en desarrollo productivo. Pero, tú tienes que esperar estos ciclos y aprovecharlos, y no siempre se ha hecho. Lo mínimo que puedes hacer en un ciclo bajo es prepararte para un ciclo alto. Es decir, para que haya un consenso cuando lleguen los ingresos altos; que no se inviertan a donde siempre se van, que unos pocos se beneficien.

Mientras no haya apoyo con las políticas correctas, inversiones necesarias por parte del Estado, es muy difícil, a nivel de una economía nacional, acercarse a otras naciones, ser competitivo.

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