El distinguido lector coincidirá conmigo en que en los últimos tiempos han surgido diversos términos que, gracias a la profundización de la interacción humana por medio de las redes profesionales y sociales como Linked-In o el Facebook están siendo utilizados en varias áreas de la vida, desde los deportes hasta la academia.
Uno de estos términos es el coaching, que según la Real Academia Española de la Lengua es un anglicismo que proviene del verbo inglés to coach y consiste en acompañar y entrenar a una persona o a un grupo de ellas con el objetivo de conseguir alguna meta o de desarrollar habilidades específicas.
Como bien los amables lectores de las generaciones anteriores a la X recordarán, en nuestra juventud se usaba el término coach principalmente para nombrar al entrenador de un equipo de baloncesto, vóley, fútbol u otro deporte, pero en la actualidad es utilizado también en otros campos profesionales.
De acuerdo con Sir John Henry D. Whitmore, autor del bestseller Coachingfor Performance y conocido como uno de los pioneros en el coaching empresarial, esta práctica consiste en ayudar a alguien a pensar por sí mismo, a encontrar sus propias respuestas y a descubrir dentro de sí su potencial y su camino al éxito; en conclusión: a conseguir sus propios objetivos, ya sean personales o profesionales.
Bajo esta perspectiva, muchos expertos en el tema coinciden en que el coaching actual -pese a haberse puesto de moda a partir de la segunda mitad del siglo pasado- comenzó a ser utilizado por el filósofo clásico Sócrates ya 400 años antes de Cristo. En medio de conversaciones y respondiendo preguntas que él planteaba, sus discípulos llegaban a las respuestas por sí mismos a través del diálogo y la reflexión, iniciando un camino propio de búsqueda y exploración.
Es así que en el proceso de coaching interactúan dos partes: una es el coach, quien guía a la persona que es orientada para mejorar su desempeño y la otra es el coachee, quien recibe el apoyo y entrenamiento. Por medio de la colaboración, ambos establecen objetivos concretos para el proceso y diseñan un plan de acción que permita al coachee alcanzar los objetivos dentro de plazos razonables. Este plan fijará una serie de encuentros entre ambos (que permitirán medir los avances) y otras actividades destinadas a mejorar aspectos concretos de la persona o grupo en entrenamiento.
De esta manera, en los últimos tiempos se han desarrollado diversas escuelas o corrientes en el mundo, algunas de las cuales resumimos en los próximos párrafos. Debo aclarar a los amables lectores que son coach, que el objetivo no es analizar cada una de las escuelas o dar la conclusión de cuál es la mejor; sino, más bien, se busca darlas a conocer a quienes no ahondaron aún en este tema tan interesante. Asimismo, se debe explicar que estas corrientes no son contrapuestas y no difieren mucho en sus fundamentos y acciones; más bien, se pueden complementar mutuamente.
Inicialmente está la Escuela Norteamericana, fundada por Thomas Leonard (creador de la Coach University y la Graduate School of Coaching), que se centra en incrementar la autoestima y en desafiar a los entrenados por medio de diferentes medios a pasar a la acción y a dar lo mejor de sí mismos. Según Leonard, en este caso "los coachees son equilibrados emocionalmente, tienen familias felices y pueden ser incluso trabajadores de éxito. No necesitan terapeutas ni psiquiatras; lo que les hace falta es una suerte de alter ego objetivo que escuche lo que ellos cuenten, ayude a ordenar las prioridades y actúe como un buen guía en las elecciones que se escojan”.
Por otro lado está la Escuela Europea, que fue impulsada por Timothy Gallwey, quien estudió en la Universidad de Harvard y elaboró un sistema de aprendizaje denominado el Juego Interior, en el cual la persona observa y analiza sus reacciones internas críticas, con el propósito de ajustar y corregir su comportamiento para lograr el mejor rendimiento.
Esta corriente ve al coaching como una habilidad que requiere una profunda comprensión propia y una dilatada práctica si se pretende extraer el potencial de las personas, incrementando al máximo su desempeño. En esta escuela, el coach debe ser capaz de ver lo que las personas pueden llegar a ser, elevando la conciencia del coachee sobre su potencial interno, para que asuma la responsabilidad de sus acciones y desarrolle la confianza en sí mismo.
Finalmente, está la Escuela Chilena u Ontológica, que es una de las más extendidas en nuestra región. Esta corriente se basa en las ideas de Fernando Flores, ministro de economía del gobierno de Salvador Allende, que luego del golpe militar de 1973 estuvo recluido durante tres años en prisión, donde pudo reflexionar sobre diversos obstáculos que enfrentó el gobierno del que formó parte.
Esta corriente busca acompañar procesos transformacionales (desde una coherencia entre el cuerpo, las emociones y el lenguaje) por medio de varios postulados para ayudar al entrenado a identificar diferentes puntos de vista sobre una misma una situación, permitiéndole afrontar de manera eficiente y eficaz las circunstancias de su día a día. Este proceso constante se convierte finalmente en uno de aprendizaje; en el cual la persona aprende a observar las situaciones de una manera diferente, por lo que aprende también a actuar de forma diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario