Es la nación más poblada del planeta, con casi 1.400 millones de habitantes. En las últimas tres décadas fue la economía que más creció en el mundo. Por eso acaba de desplazar a Japón del segundo lugar y el FMI cree que en 2016 superará a EEUU, convirtiéndose en la primera potencia económica mundial. Es tan influyente que, lo que le suceda, afectará a todos. Por eso hay que conocerla y por eso Bolivia debe definir qué rol tendrá en su relación con el gigante asiático.
Aunque el Gobierno boliviano mira cada vez más a China y su modelo es una fuente de inspiración, la agenda oficial de los dos países todavía es intrascendente y pequeña. Ni siquiera se ha nombrado al sustituto del embajador en Pekín, que concluyó su mandato en marzo. La representación diplomática nacional en la capital china es tímida y timorata. Los empresarios han avanzado algo más que el Estado al descubrir los innumerables negocios que se pueden ejecutar con sus colegas asiáticos. Los privados bolivianos viajan ya con cierta frecuencia a las principales ciudades chinas para comprar y para vender. Algunos lo hacen por su cuenta, otros en misiones oficiales.
Una de esas misiones cruzó el océano el 14 de abril para aterrizar en Guangzhou, la bella ciudad de las flores que acoge cada año la feria de Cantón, una de las más importantes de China y del mundo. La Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz organizó por segundo año consecutivo esta gira, que llevó a un grupo de 63 empresarios bolivianos a algunas ciudades chinas. La mayoría viajó por primera vez a las tres o cuatro urbes más importantes de la segunda potencia económica mundial. EL DEBER acompañó la misión de dos semanas, por invitación de la Cainco. Fue el único medio de prensa nacional en abordar con el grupo de emprendedores nacionales una nave de American Airlines que se ‘comió’ más de 20.000 kilómetros. Casi 60 horas de vuelo para ir y volver de China.
Cuesta llegar, pero cuando se pisa el territorio chino vale la pena levantar las antenas para captar lo que la segunda potencia mundial ofrece al planeta. En China gobierna un partido único, el comunista. El primer contraste que se siente es ese. Un Estado comunista, pero millones y millones de personas movidas por la fiebre de los negocios, a cada minuto, a cada hora, de día y de noche. El comercio en los mercados no cesa ni en la agonía de los domingos. Las fábricas no dejan de producir ni los fines de semana. Dentro de ellas viven y comen sus trabajadores. Varios de ellos lo hacen por solo 1.200 o 1.500 yuanes (unos 200 dólares) al mes. Dicen que descansan una sola semana al año.
Los dueños de la producción tienen un solo chip puesto en la cabeza: exportar a quien sea. Los obreros se despiertan y se duermen cada día con la mirada puesta en la meta de producción. Saben trabajar. Disciplina y creatividad es lo que apuntalan las empresas que los acogen. El robo y la corrupción están duramente penalizados por el Estado, que controla casi todo, sin ahuyentar las inversiones privadas nacionales y extranjeras.
Al contrario, sector público y sector privado caminan juntos. Se dan la mano. Quien tiene un proyecto productivo importante, de inmediato recibe la ayuda estatal. Así crece China. Así es la mayor exportadora del mundo y la que abastece el 25% de las manufacturas consumidas por el planeta.
Allí llegaron el mes pasado nuestros empresarios. Ocho de ellos provenían de Pando y dos de Tarija, ciudades emergentes en Bolivia. Allí viajaron para cerrar negocios, allí estuvieron para emprender. De allí vuelven con sueños y con ambiciosos proyectos. Usted los conocerá en esta edición especial de Dinero & Finanzas. Porque vale la pena sumergirse aunque sea unos días en China.
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