También esa reunión puso de manifiesto la otra realidad del país, que es la debilidad del sector privado nacional de cualquier país no desarrollado, la insuficiencia de ahorro interno de gran cuantía para financiar la creación de grandes empresas que puedan competir a nivel mundial.
Esa reunión es el reconocimiento de que ningún país se puede desarrollar sin inversión extranjera directa. La importancia de contar con ella es que si el negocio sale mal los perdedores son ellos, razón que explica que los inversionistas privados no harán inversiones donde el Gobierno quiera, sino en aquello que ellos vean ganancias, con mínimo de riesgo y, por tanto, con competitividad a nivel mundial.
En cambio la deuda pública entraña riesgos. Bolivia, en el pasado, no pudo honrarla por la cual se le condonó. Esto no sucederá con China.
Estos hechos apuntalan hacia una economía, por un lado, con una fuerte presencia estatal y, por el otro, con una fuerte presencia extranjera, si es que realmente se logra atraer a la inversión extranjera directa.
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