martes, 13 de junio de 2017

Campero, familia de pujanza y tenacidad

DE CUNA HUMILDE

Años de lucha y trabajo

La fe, dedicación y el compromiso son los pilares del éxito empresarial de la familia Campero Antezana, que trabajó arduamente para

consolidar su empredimiento.

La historia de esta familia se inicia con Teodoro Campero Siles y Primitiva Antezana Rojas, quienes se conocieron y enamoraron en la provincia de Santiváñez, allá por 1949, cuando eran apenas un par de adolescentes. Se casaron en 1954 y, con el pasar de los años, su dicha se complementaría con la llegada de sus hijos: María Bertha, Nancy, Víctor, quien falleció antes de cumplir los dos años, y Vladimir.

Para Bertha, su padre fue el impulsor de los negocios, “mi papá quedó huérfano desde pequeño y tuvo que trabajar para solventar sus gastos; por eso, era muy despierto en los negocios”.

Al principio, la familia Campero Antezana tenía un pequeño negocio de producción de cal en Santiváñez y su padre se ausentaba mucho para poder comercializar su producto en Cochabamba. Posteriormente, la pareja decidió venirse a vivir a Cercado y abrió su tienda cerca de las avenidas Barrientos y Pulacayo; esta vez, con la venta de cemento, cal y yeso.

En ese entonces Bertha, de nueve años, combinaba su formación escolar con el trabajo, ya que ella se quedaba a cargo del negocio mientras sus padres cumplían otros roles.

Ya cuando la familia estaba instalada en Cochabamba nacería su cuarto hermano, Ángel Campero.

Por aquel entonces, Bertha estaba en el colegio Santa Ana de donde salió bachiller. A sus 19 años, en 1973, comenzó a ver qué iba a estudiar; pero, en aquella época, durante la presidencia de Luis García Meza se cerró la UMSS y tuvo que postergar sus planes de profesionalización para más adelante y su padre fue quien la impulsó a tomar una decisión, estudiar o trabajar; ella se inclinó por la segunda.

Así fue como se animó a abrir la Ferretería Campero, ubicada también en la avenida Barrientos, un negocio propio, al cual se entregaría en cuerpo y alma, incluso atendía los domingos, decisión que la llevó a colocarse delante de la competencia.

“Me iba muy bien, especialmente porque atendía los domingos y, en ese entonces, nadie más abría sus negocios”, recuerda. Ya en esta etapa comenzó a trabajar estrechamente con sus hermanos Nancy y Vladimir, quienes se encargaron de comercializar los productos. Su hermano fue quien diversificó la mercadería en varios ítems, logrando el crecimiento del negocio.

“Mis hermanos fueron mi apoyo y Vladimir se convirtió en mi mano derecha y fue el impulsor del crecimiento de los Campero”, asegura Bertha.

Con el tiempo su hermana se fue a vivir a Santa Cruz junto a su esposo y esa fue una de las razones por las que su hermano Ángel, que tenía solo 12 años de edad, -que ya se ocupaba del negocio de cal, yeso y cemento-, comience a colaborarla.

En 1984, la vida la sorprendería gratamente con la llegada de su primogénita, a quien llamó Vivian. Por ella decidió trabajar con más ahínco para hacer crecer su negocio y así fue, Vladimir se encargó de cambiar el nombre y la razón social a Importadora Campero.

Pasaron algunos años, llenos de esfuerzo, sacrificio y trabajo arduo.

En 1990 la familia vivió una tragedia,

la muerte de Vladimir en un accidente de moto, cuando iba con su hermano y compañero de negocio.

“Fue uno de los momentos más duros de mi vida. Con el tiempo todos pensaban que el negocio caería; pero, en ese momento, tomé la decisión de seguir. Yo empecé el negocio y lo seguiré manteniendo me repetía, una y otra vez”, recuerda Bertha.

Ese mismo año, también llegaría un poco de paz a su vida, cuando contrajo nupcias con Ervin Gonzáles, con quien sigue casada hasta la fecha y tienen dos hijos: David y Leonardo.

la vida me enseñó a luchar

Al igual que todos los hermanos de la familia Campero Antezana, Ángel también aprendió a llevar su negocio desde muy joven.

Cuando salió bachiller del colegio “6 de Junio”, ya trabajaba junto a su hermana. Poco a poco, se convirtió en el nuevo compañero de trabajo y brazo derecho de Bertha.

En 1989, Ángel contrajo nupcias

y de su unión nacieron Bladimir,

Miguel Ángel y Javier Alexander.

A la par de la consolidación de su familia, la empresa también vivía una etapa de prosperidad. Durante ese tiempo, comenzaron a abrir varias sucursales.

Paralelamente a su trabajo, Ángel seguía en la Universidad Mayor de San Simón, en la Facultad de Auditoría, “No podía estudiar, como lo haría otro joven, ya tenía un hogar y debía mantenerlos”, afirma Ángel.

Sus ansias de superación lo llevaron

a matricularse en Auditoría, carrera

de la cual egresó el 2000.

“Estudiaba de madrugada y en horarios de trabajo; no sé cuántas veces dejé materias por concretar los negocios”, recuerda.

Cuando la empresa estaba consolidándose y comenzaba su proyección nacional, el 14 de abril de 2011, falleció el patriarca de la familia, don Teodoro. Esta fue una etapa muy complicada para toda la familia, porque estaban acostumbrados a contar con sus hábiles consejos administrativos y también su suspicacia con los negocios; pero, aún así, llenos de dolor, los dos hijos, siguieron con los planes de expansión.

Vientos de pasión y cambio

Mejores tiempos fueron los que atravesaron en 2012, cuando la empresa se convirtió en sponsor del club Jorge Wilstermann. Tanto Bertha como Ángel aseguran que la familia siempre apoyó al equipo de sus amores; pero la decisión de Ángel de asumir la presidencia fue sorpresiva para todos.

Es así como el 13 de junio de 2012, durante una asamblea extraordinaria de socios se eligió al empresario como el nuevo presidente del club.

Parecía que todo estaba marchando sobre ruedas; pero, en febrero de 2013 la familia tendría que enfrentar un nuevo problema, cuando Ángel sufrió un accidente en el templo de la Virgen de Surumi. En esa ocasión, el dirigente aviador tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para salvar su vida.

devoción y esperanza

La familia Campero Antezana siempre manifestó su devoción hacia la Virgen de Surumi, cuya capilla está ubicada a cinco kilómetros de la plaza de Santiváñez. Fue precisamente a esa imagen que los Campero acudieron para encomendar la vida de su hijo y hermano. Un milagro que la Virgen les concedió y lo mantuvo con vida e incluso con un pronóstico alentador. Al año siguiente, la familia hizo construir una nueva capilla, manteniendo el altar para la Virgen de Surumi.

Viento en popa

Han pasado cuatro años de aquella ingrata situación y luego de varias terapias el empresario recuperó su salud, gracias al empeño y tenacidad de sus hermanas, quienes al igual que su madre velaron por él, de día y de noche.

Desde entonces, la familia se unió mucho más para seguir a la cabeza de su rubro empresarial. Una tarea que fue cumplida a cabalidad por la gestora y líder del emprendimiento. Desde entonces pocas cosas cambiaron en la familia, más al contrario se unieron más. Hoy por hoy la tercera generación de Campero ocupa cargos de relevancia dentro de la empresa, con la misión de seguir desarrollando el liderazgo empresarial de la región.

Éxito

Importadora Campero tiene más de 40 años de actividad, aunque nació como ferretería.

Este negocio sigue creciendo y, a la fecha, incursionó en la fabricación de tubos estructurales para la metalmecánica.

Herencia



Los Campero Antezana no solo heredaron la fortaleza y el espíritu emprendedor de sus progenitores, sino también la creencia religiosa de sus ancestros, quienes comenzaron con la devoción de la Virgen de Surumi, en la localidad de Santiváñez.

En 2013, durante la entrega de la nueva capilla estuvo presente el monseñor Tito Solari, quien se hizo cargo de la primera homilía

y de la bendición.

Sucursales



Lejos quedaron aquellos años en que la familia gerentaba una pequeña ferretería.

En la actualidad, la Importadora Campero cuenta con 10 sucursales en Cochabamba, dos en La Paz, una en Sucre, Tarija y Trinidad.



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