domingo, 6 de noviembre de 2016

Razones para no aceptar una oferta de 33 millones de dólares


He visto la película 7 años en Netflix y no me ha interesado demasiado. Pero, casi al final de la película uno de los protagonistas recibe la oferta de 33 millones de dólares por pasar siete años en la cárcel y me he puesto a pensar en si yo la aceptaría.

Es una cifra formidable y que no guarda ninguna proporción con mi economía. Resolvería de golpe lo que querría dejar en herencia a mi hija y podría ofrecer a mi esposa la vida tranquila y resuelta que sin duda merece.

Siete años de cárcel nunca son realmente siete, quizá con arrepentimiento y buena conducta podría abreviar los plazos. Y bien protegido y pagando, seguramente mi abogado podría garantizarme una reclusión, no diré confortable, pero sí segura y en cierto modo apacible, con tiempo para leer, escribir y adelgazar. Es un primer esquema mental y, luego, supongo que podríamos ajustar los detalles.

A continuación he pensado en mi mujer y en mi hija, pero no en su herencia, sino en mi vida sin estar con ellas, y en el infierno que para mí esto supondría; en mi rutina que me extrañaría mucho que no fuera la más agradable del mundo; y en mi gusto por la vida, ese gusto primitivo, preideológico y simpático por la vida, por lo bien que me llevo con ella, y por lo todavía mejor, que ella me ha tratado. En esta segunda reflexión, los 33 millones no han pesado tanto, o no han pesado nada.

Pero ¿cómo podría obviar una cifra que tan lejos queda de mi alcance? ¿Quién soy yo como padre y como marido para preferir "mis” siete años que "nuestros” 33 millones? No se ajusta a mi discurso contable desdeñar estas cantidades. Pero a la vez me he sentido muy convencido de no aceptar el trato, y no he podido parar de pensar hasta que he descubierto por qué.

¿Por qué de un modo tan absoluto me he sentido tan seguro de la decisión que tomaría? ¿Por qué de repente me he dado cuenta de que el dinero no hace la felicidad? No, todavía no me he vuelto tan cretino. ¿Por qué, a fin de cuentas, prefiero el egoísmo de mis años al acolchado bienestar de mi familia? Tampoco, tampoco: desde que me casé, y sobre todo desde que nació María, asumí con una gran felicidad que ni de lejos soy lo más importante de mi vida.

¿Entonces qué? Entonces la alegría. Entonces la enorme confianza que tengo en mí y en la vida.

A pesar de que estoy satisfecho con mis ingresos, 33 millones de dólares no es ni mucho menos la cifra que voy a reunir así que pasen siete años; pero me he acostumbrado a vivir esperando todo, y todo no sólo significa lo que se puede comprar, sino todo, todo en general, hasta lo que todavía hoy no sé ni imaginar, y pienso que no hay nada, y cuando digo nada, quiero decir exactamente nada que no pueda conseguir si realmente me lo propongo.

Vivir es una cuestión de actitud y cuando das con ella sólo queda elegir el restaurante. El entusiasmo no siempre determina lo que nos pasa pero sí cómo nos lo tomamos, que a fin de cuentas es lo que nos acaba afectando. Es verdad que puedo decir esto porque de momento he tenido la suerte -sí, la suerte, y quiero humildemente constatarlo- de que nada horrible me ha pasado, como muertes que no quiero ni invocar, no sea que el destino se sienta provocado.

Pero también es cierto que si los hombres y mujeres que no han sufrido un dolor extremo tuvieran como yo la alegría como una higiene, como un deber hímnico, habría en este mundo loco muchas menos quejas y mucho más agradecimiento. Mucha más higiene, en definitiva.

Yo aprendí a vivir en esta confianza. Que es optimista pero no es "optimismo”, en tanto que el optimismo es una premonición y mi profunda confianza en la vida es bastante más profunda, y es intuitiva pero no supersticiosa, y se basa en el amor y no en comprar los números de una rifa. El amor a la vida con que Cruyff y Ferran Adrià me educaron, y el amor con que siempre la vida me ha tratado. ¿Cómo no va existir Dios, con lo que llega a quererme? ¿Para qué quiero 33 millones de dólares? ¿Cuándo no he estado donde quería estar? Si la vida me hizo amigo del escritor Arcadi Espada, ¿qué creen que va a negarme?

Al cabo de 10 minutos de darle vueltas a la película hasta me ha dado vergüenza haber perdido tanto tiempo por 33 millones de nada. Es que si me tocan, los regalo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario