viernes, 13 de mayo de 2016

Precios libres y competitivos son fundamentales



La teoría del valor de Marx surgió cuando históricamente apareció de forma dominante el trabajo asalariado y cuando casi la totalidad de este trabajo era obrero y muy uniforme. Pero para los años 50 del siglo XX los obreros no eran ya ni la mitad en Estados Unidos, el país más industrializado, para ese tiempo.

Según la destacada obra de Alvin y Heidi Tofler, titulada La revolución de la riqueza, para principios del siglo XXI, menos del 20% de los trabajadores correspondían al sector industrial en Estados Unidos, que sigue siendo una potencia industrial. Pero del total de trabajadores en la industria norteamericana, Tofler dice que "un 56% son gestores, financieros, vendedores, administrativos o profesionales. La categoría de crecimiento más rápido es la de profesionales, la de mayor conocimiento intensivo”. Pero si se considera toda la actividad económica de Estados Unidos -dice Tofler- más allá del 56% de las personas desarrollan trabajos relacionados con el conocimiento. Únicamente el 12% de los trabajadores están sindicalizados.

Hoy, es un desatino pensar que el trabajo manual es el que crea la riqueza porque, en ese caso, los robots serían los que estarían creando la riqueza en diferentes sectores de la economía. La riqueza se crea por todo el que participa en el proceso económico y se distribuye entre sus participantes según su productividad y grado de escasez relativa del factor productivo en cuestión, expresados en precios. Pero el total que se distribuye entre los factores productivos depende también de la valoración subjetiva de la gente que adquiere lo producido, también expresada en precios. El encuentro entre oferentes y demandantes determina los precios. Esta regla fundamental fue olvidada por los marxistas, leninistas y comunistas al momento de querer imponer un orden económico no racional desde la "superestructura”, como diría el mismo Karl Marx y por eso su rotundo fracaso.

Bajo el sistema comunista soviético la sociedad careció de libertad política y de prosperidad económica. La planificación centralizada estaba condenada al fracaso porque ningún organismo del Estado podía obtener y procesar toda la información relevante que una economía necesita para funcionar. Los precios no desaparecieron, pero todos eran determinados y fijados por el Gobierno. Sin propiedad privada y sin beneficios también privados, desaparecieron los incentivos para el crecimiento económico. Al desplomarse la revolución, en 1992, se creó un capitalismo de amigotes y mafias -capitalistas que habían acumulado inmensas riquezas ilegales precisamente durante el periodo de la revolución socialista-, la situación económica empeoró, los ingresos cayeron y aumentó la pobreza, aunque empezaron a funcionar con libertad los mercados. Según Joseph E. Stiglitz, en su obra El malestar en la globalización, la década que le siguió al desplome del imperio soviético vino acompañada con una caída aún mayor en la producción, vista ya antes del desplome, y la gente vivió peor que antes, lo cual enseña que lo que hace mal durante años tarda en recuperarse

La teoría del valor trabajo fue desechada, hace mucho tiempo, con la evolución de la ciencia económica por insuficiente y porque lo que se intercambia en el mercado no son cantidades iguales de trabajo, incorporadas en los productos y servicios, sino valoraciones subjetivas y grados de escasez que dan lugar a los precios. Todo productor quiere obtener el mayor ingreso posible por lo que ofrece, seguramente porque está convencido de que ha realizado un gran esfuerzo en producir algo, contrariamente a lo que todo comprador quiere: pagar lo menos posible por ese bien o servicio, ya que si da más tiene que sacrificar la obtención de algún otro bien. A este comportamiento se conoce en economía como "leyes básicas de la oferta y de la demanda”, sobre las cuales no sólo se estructura todo el armazón científico de lo que hoy se denomina "microeconomía y macroeconomía”, sino que sobre estas leyes descansa objetivamente el progreso de la economía y el consiguiente bienestar gradual de la gente.

Además, el fracaso del socialismo comunista, en los países donde se intentó su construcción en la práctica, derivó precisamente de la equivocada teoría del valor de Marx. Sin percatarse que lo fundamental son los precios determinados libremente en mercados competitivos.

Si no fuese que la teoría del "Socialismo del Siglo XXI” se puso en boga con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, parecería una pérdida de tiempo abocarse al tema aquí comentado, la teoría del valor del marxismo.


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